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El Ave Fénix

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Al catalejo de ningún ornitólogo rastreador de la supervivencia de aves mitológicas en el firmamento flamenco puede escapársele la visión del ígneo, siempre majestuoso y rampante planear de las alas de Remedios Amaya, una de las escasas Aves Fénix de verdad que siguen anidando en las más altas cumbres. Antonio El Marsellés lo sabe de sobra y, por eso, cada vez que se le presenta la ocasión, entre que compra un bargueño en Valladolid y un Rembrandt en Ginebra, hace un alto para escucharla trinar. Llega Antonio a la Sala Caracol bien abrigado y avenido con Toni Fernández, otro buen catador del vino del cante, que sube esta misma semana su anual desfile de moda a la pasarela de Joy Eslava.

La gente se agolpa ante las puertas de la Caracol al conjuro de un nombre legendario, rindiendo culto a un carisma, como se nos agolpan a nosotros los ecos de tantas noches inolvidables vividas entre estas cuatro paredes en unos días –los de ascenso al estrellato de Ketama– en que la comandaban Mariola Orellana y Antonio Carmona. Como para que el hilo de continuidad no se rompa, uno de los primeros en arribar es José Soto Sorderita, que actúa mañana con Raimundo en El Espinar. La gente se agolpa, decíamos, porque, como San Roque, Remedios tiene una fuente cuyas aguas, apenas moja en ellas los labios, le confieren el don de mesmerizar a sus devotos –todos nosotros– y sumergirnos a son de bulería en un callejoncito oscuro cuya puerta de salida parece que no, que no vamos a encontrar, pero que –no falla– siempre se abre de golpe ante nuestros ojos cuando menos lo esperamos, inundándonos el alma con una luz resplandeciente.

Vemos –bajado desde Estella– a Luis Jiménez, entusiasta de Pedro El Granaíno que anda montando galas con éxito por el Norte con su promotora Flamenco Lifes. Hay toreros: Uceda Leal, su hombre de confianza Manuel Molina, José Manuel Sandín… Está Molina comentando al Marsellés sobre el buda que acaba de comprar Sebastián Castella a no sé quién cuando… ¡Silencio!

¡Remedios Amaya! ¡Palabras mayores! Una artista a la que, según temporadas, ha resultado un punto difícil seguir la pista, y no porque no haya dejado huellas, y bien profundas. Claro que esto está empezando a cambiar, desde el momento en que gente como Chiki Porrina resuelve jugársela subiéndola al escenario de la Caracol o Miguel Morán tira la casa por la ventana y, en Pamplona, pone en pie por su cuenta uno de los festivales más suntuosos de España: Flamenco On Fire. Quiero decir: si iniciativas como estas siguen proliferando –y es de esperar que sí– las figuras, para verse anunciadas en un teatro o una sala de gran aforo, ya no van a necesitar que a tal funcionario de la Agencia Andaluza de Flamenco o a tal asalariado de la Comunidad de Madrid les apetezca –eso hemos dicho: apetezca– escribir sus nombres en el cartel.

Remedios, además, siempre ha llenado. A Camarón le sucedía: metía diecisiete mil almas en el Palacio de los Deportes sin sostén promocional alguno. Tomatito, él y dos sillas de anea. Punto. Lo de Remedios esta noche es un baño de multitudes previo a su comparecencia dentro de unos días en Casa Patas, en un clima más recogido e íntimo, que le supondrá un poco untarse los aceites aromáticos por la cobriza piel, tranquilita en la bañera, tras el reconfortante chapoteo en el proceloso océano. Hubo algún hueco, bueno, porque la noche era fría y oscura y, cuando sopla el biruji, no todo el mundo entiende a San Juan de la Cruz, pero hablar de huecos tratándose de Remedios sería como llamar calvas a las entradas de Marlon Brando.

Ébano en el pelo y canela en las entrañas, se queja por Levante y ya está liada. Luego, en pie, jaleos, bulerías, tangos. Sus palos. Los acompasados sortilegios con que arranca los olés, pronunciados con privilegiada garganta y acicalados con pinceladas de baile de la mejor ley. Este diciembre flamenco es, en Madrid, el diciembre de las mujeres: por Casa Patas vuelve a pasar dentro de nada, ya lo hemos dicho, Remedios y, tras ella, Montse Cortés, La Macanita y Juana la del Pipa; María Vargas mostrará sus cartas en la Sala Berlanga de la SGAE y Marta Heredia lo hará en La Quimera. Y no podía haber comenzado el mes de más feliz modo. En el fin de fiesta –y sin aprovechar el viaje del toro, sino exponiendo con corazón y verdad– comparecen Sorderita, Juan Antonio Salazar y –con la espina clavada del buda que ha comprado Castella a otro– un Marsellés armado con su cante y baile impagables. Salida a hombros de Remedios, y un tanto que se anota Porrina Rekords nada más debutar. ¡Qué difícil todo, y qué sencillo al mismo tiempo!