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Karl Marx mancillado y jocoso

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El 9 de noviembre de 1979 se emitió por televisión en España un debate sobre el marxismo en el famoso programa La clave que presentaba José Luis Balbín. De los seis invitados al programa fueron dos los que tuvieron el protagonismo. El filósofo francés Bernard-Henri Lévy y el entonces secretario general del PCE Santiago Carrillo mantuvieron un enfrentamiento alimentado por el primero, que insistía mucho en que ese debate no fuera una simple discusión de salón. Los cigarros formaban parte de la diatriba: apoyo para el ataque y único sujeto activo en la pasividad del que escucha.

En este debate la figura de Karl Marx, aunque coyuntural, estaba más o menos ausente. Eran sus interpretaciones en Vietnam, URSS o Cuba y la figura de Carrillo los temas candentes. Hoy en día, los esfuerzos últimos, sin embargo, son los de aislar a Marx del marxismo, salvaguardar su teoría de la aplicación práctica que se le dio y destacar ante todo las preguntas que planteó, necesarias hoy en día. Pero justo hoy, en el 132 aniversario de la muerte de Karl Marx, su combinación de filosofía alemana, socialismo francés y economía política británica, ¿son factibles? ¿Dónde está Marx? ¿Se le celebra, reivindica, reedita o se le piensa?

Podríamos ponernos serios y sesudos e intentar lanzar una exigencia pertinente de su omnipresencia. Y tal vez lo hagamos sin pretenderlo. Pero por una vez vamos a mecer que no mesar las barbas al pensador, hacerle cosquillas y a ponernos absurdos y jocosos con él. Porque Marx es un pensador jocoso.

Tal vez, acercarnos hoy al cementerio de Hightgate en Londres y contabilizar los visitantes de su tumba sea una buena manera de respondernos a si está o no de actualidad. O podemos creer a Lenchen, la doméstica del pensador, también enterrada allí con toda la familia, que sentada en un banco cercano nos confiesa que ya pasaron los años en que era una multitud la que llegaba al lugar. Según ella, hoy son solo unos cuantos curiosos y unos pocos fieles los que en este día señalado acuden.  Cosas de Juan Goytisolo; nuestra primera parada absurda. Lenchen, así como Karl Marx, su mujer Jenny y sus hijas entre otros, se pasean por La saga de los Marx, novela que el escritor barcelonés publicó en 1993, sin importar año ni lugar. Anacronismos, incongruencias e incoherencias, ningún punto que organice el discurso y esbozos de temas es el terreno donde se plasma la figura del héroe del santoral comunista. Se trata de un texto disparatado, mezcla delirante de fantasía y situaciones absurdas. Aquí Marx, es más bien un héroe moderno, un vencido, ya que su trabajo se cuestiona o parece ya no cuadrar en el mundo. Un Karl Marx que se pasea entre publicidad televisiva, bikinis, portátiles, Cáritas, Fellini, McDonalds, Margaret Thatcher o El Corte Inglés. También se le cuestiona como hombre en su vida privada. Así también lo hizo en un ejemplo paralelo de novela histórica experimental Bertolt Brecht con otra figura de la historia universal. En Los negocios del señor Julio César, los tiempos del personaje y de la escritura se mezclan y equivalen en cierto modo, parece decirnos el autor. Brecht intenta desmitificar la figura de Julio César, añadirle más perspectivas y posibilidades tal y como hace Juan Goytisolo con Marx. Son las aristas del hombre contemporáneo que por fin salen a la luz.

Antes eran otros tiempos. Tiempos en los que los dogmáticos marxistas velaban por la gran figura de Marx. Y esta figura debía de fijar su pensamiento desde un principio, ser consecuente, claro y directo en sus ideas. Debía no descentrarse con cosas banales y superficiales. Por eso ocultaron durante más de un siglo una pequeña novela escrita por Karl Marx a los diecinueve años y que es nuestro segundo punto absurdo y jocoso. Escorpión y Félix es “puro arte de la forma, sin objetivos entusiasmantes, sin una línea ideal excitante”, en palabras del mismo Karl Marx. La Historia es inaprensible a veces y en muchas ocasiones se nos escamotea. Y aquí se nos escamotean muchas cosas: la novela humorística de Marx oculta durante años, la novela de Bertolt Brecht, incompleta, y unos minutos del encontronazo entre Carrillo y Bernard-Henri Lévy también borrados misteriosamente de los archivos de TVE.

Mientras otros se plantean si Marx es un elemento enfermo o un elemento de transformación, nosotros, distendidos, nos paseamos en esta Escorpión y Félix por juegos fonéticos, autorreferencias, derivaciones y situaciones cómicas que en ocasiones nos hace vislumbrar a aquel otro Marx con bigote, puro y ojos desorbitados. Si no fuera porque sabemos que muchos capítulos se perdieron, esos 24 que hoy podemos leer y que son la mitad de los originales, los consideraríamos otro puro juego formal del joven Marx y por lo tanto un innovador vanguardista. La disertación sobre que los ojos azules son banales y los negros un mundo ideal, la necesidad de distinguir la parte izquierda de la derecha, poner a Hume a hablar de su obra antes de que hubiera sido escrita y un trabalenguas maravilloso con el ojo, el cielo y las señoras; todo esto nos lleva a una referencia que puede sonar extraña: Ramón Gómez de la Serna. Concretamente  a su obra El incongruente, puesto que nuestro narrador alemán  parece un remedo de Gustavo, el protagonista de la obra del madrileño.

En verdad no parece muy formal y serio terminar una novela con la muerte de un perro por no poder evacuar. Así es como termina Escorpión y Félix. Su dueño, Merten, el tercer personaje de la obra y padre de Escorpión, coloca a su perro como víctima de la profundidad de ideas. Tanto pensar no es bueno y tanto jugueteo tampoco, según los puristas marxistas. Podría mancillarse la imagen del tótem. Goytisolo lo pone también en posición de ser mancillado cuando en su novela, el mismo Marx, en un juego paralelo se ve interpelado por sujetos “reales” de las lecturas de sus ideas, por las propias figuras de pinturas revolucionarias de fogoneros, campesinos y demás, que le reclaman,  desde el lienzo, la poca verdad de los prototipos que están representando, arguyendo que el pintor pintaba de oídas igual que él pensaba de oídas. En otro momento es él el que aparece como fotografía colgada y ahí es interpelado de nuevo por otras figuras ahora sí carnales aunque personajes ficticios para nosotros; unos albaneses que vienen huyendo de su tierra comunista y buscando el becerro de oro norteamericano.

Estos proletarios les cantan las cuarenta a Marx, por lo que se le pone en verdaderos aprietos. Y uno de los aprietos menos previstos para Marx era el tema del género. En su propuesta aparecen las mujeres pero no se reflexiona verdaderamente sobre el tema. Su vida privada también es objeto de ataques a través de una feminista que participa en el debate de La clave, no en el real de 1979 sino en el que Goytisolo se inventa y reproduce paso a paso en su novela. La realidad, la historia, la memoria, la interpretación, las opiniones y las modas construyen la figura de Marx. Pensar y escribir sobre Marx nunca ha sido fácil y si así lo decía Hannah Arendt, cierto tiene que ser. La interpretación es inevitable. Es casi natural a la par que cultural. Pero si en algo tenemos que hacerle caso a la gran figura de Marx es en convertirnos todos nosotros en unos filósofos que dejen de interpretar y comiencen a provocar cambios. Tal vez ser marxiano hoy no sea ser marciano. O ser un marxiano jocoso.

 
 

Portada de Charter.

Portada de Der Spiegel.

Fotograma de la película de 2011 Marx Reloaded.

Portada del disco de Karl Marx Stadt (Christian Gierden) III (1999-2009).