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La primera y la última

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Mira, te cuento, Yo una vez hace ya mucho quise dedicarme al cómic con toda la ilusión de la sonrisa de un niño, pero mi sueño se vio truncado por mi mala gestión de la incomprensión ajena. Te lo narro y así lo entenderás mejor porque después de este percance se me afianzó el hábito de desconfiar de mi expresividad: hice esta historieta en 15 minutos de arrebato inspirador usando lápiz de mina blanda y riéndome a lo bobo con la tontería. Al terminar la miré, asentí muy satisfecha, se la envié a algunos amigos y tardaron un poco de más en responder. Uno me pidió la continuación para saber cómo acababa, una sólo dijo no lo pillo, otro también dijo no lo pillo pero además me requirió una explicación, y otra la calificó de misógina, que le daba mal rollo y que si yo estaba bien y que si necesitaba hablar que contara con ella, que en las duras y en las maduras y su hombro a mi disposición.  Para los llantos inferí. Y así quedó la cosa, que para reír yo sola no hace falta que dibuje nada, que me basto mirando las proyecciones de la cara interna de mi frente.

¿No me digas que tú también lo encuentras misógino? Si lo ves así quizá sea porque estamos acostumbrados a que los personajes femeninos sean tan genéricos, tengan tan poca subjetividad, que se confunde a una mujer con LA MUJER (sea lo que sea eso), y si un personaje hembra es absurdo y gilipollas se suele entender que es un insulto a las mujeres en su totalidad, cosa que no ocurre con los personajes masculinos a los que se le concede el beneficio de la individualidad: a nadie se le ocurre que Rompetechos represente al género masculino y por ello estemos tachando a todos los tíos de cegatos. Y otra cosa que viene a cuento, y que de niña me tenía muy mosca, es que se nombraba a los Pitufos por alguna característica personal: Filósofo, Llorón, Valiente, Gruñón, Poeta, Deportista, Goloso, Manitas, Perezoso, Pintor, Fanfarrón... ¿y cuál era la característica personal de la única Pitufina de Pitufolandia? Pues eso que te digo siempre –y ya termino que me tengo que ir a la piscina–, que hace falta el feminismo más que el aire para respirar. Y nada más. Cuéntame algo tú.

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