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La estrella perdida en su universo

'Auditando el proceso creativo' de Ferran Adrià
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Ferran Adrià aterriza en el Espacio Telefónica con una "auditoría" del proceso creativo que ha seguido durante años, mientras elBulli fue el mejor restaurante del mundo y luego, ahora, que es, si no he entendido mal, una fundación dedicada a... Bueno, lo llaman elBulli de las ideas. En el cartel sobre fondo negro bullen metafóricos, obsesivos e interrogantes el cómo y el porqué, palabras anotadas en inglés con los dedos por Adrià, herederas supongo de aquellas otras que un día Brett Littman, el director del Drawing Center, le descubrió bosquejando con frenesí en una servilleta y que dieron origen a la exposición de dibujos hechos con las manos y con bastoncillos para las orejas que se pudo ver en enero en la exclusiva galería neoyorquina. Dado que su paso por la Documenta de Kassel consistió en una sonada ausencia —simplemente, y yo creo que con buen criterio, destinó durante el certamen una mesa para dos personas en su restaurante— esa expo de Nueva York también dedicada al proceso creativo puede ser considerada antecedente de ésta, presentada como la definitiva sistematización del artístico quehacer del chef.

Es lunes por la mañana, Ferran aparece en el auditorio donde se celebra la rueda de prensa vestido enteramente de negro —un uniforme elegido hace tres años para marcar distancia con los 25 que pasó de blanco tras los fogones— y se sienta en la primera fila de asientos, cerca de su hermano Albert y sus colegas Juan Mari Arzak y Andoni Luis Aduriz, y al lado de Almudena Bermejo, Directora del Espacio Telefónica. La sala está llena de casi un centenar de periodistas. El ambiente se oscurece y tres pantallas grandes se iluminan con un videoclip de presentación de la expo que comienza con las palabras en off del maestro: "Yo podría haber perdido la pasión". En apenas dos minutos de rumboso montaje asistimos a un recorrido visual que arranca en la cocina de elBulli y termina en esta exposición, salpimentado por preguntas y palabras de calado: La pasión de crear, ¿Qué es la creatividad?, El cambio constante, Sentir, Libertad, Retos, Eficacia… Un videoclip dominado por el cocinero cuya presencia se impone en primeros planos llenos de intensidad sobreactuada o en planos generales donde se le puede ver en soledad como meditabundo espectador de su propia obra.

Vuelve la luz y Almudena Bermejo sube a la pequeña tarima y se deshace en emocionados elogios hacia la “mejor exposición del otoño cultural madrileño y la más grande sobre Adrià”. Entre otras cosas recuerda a los presentes que la tercera planta en la que se encuentra hasta el 1 de marzo la exposición fue el lugar en el que Alfonso XIII hizo la primera llamada telefónica a EEUU. La hipérbole se adueña del discurso y nos hallamos ante “una metodología que no sólo es válida para la gastronomía sino que contiene todas las preguntas y todas las respuestas para enfrentarse al proceso creativo”. El tratamiento que recibe Adrià en todo momento es de sabio y Bermejo termina su preámbulo dándole las gracias en nombre de todo el equipo por dejarles participar de ese universo mágico que ha creado.
 

Precedido por un gran aplauso sube Adrià a escena y Bermejo alfombra su intervención pidiéndole que explique el gran eslogan paradójico sobre la metamorfosis llevada a cabo: “Cerramos elBulli para abrir elBulli”. Adrià, que habla a trompicones según cuentan sus hagiógrafos porque la cabeza le va más rápido que la lengua, lanza una digresión que acaba en sus rodeos conformando un discurso ejemplar de la ideología dominante en esta época de masificación de los comportamientos individualistas. Empieza con el exitoso Adrià cansado de sí mismo y tomando la decisión de cerrar elBulli en pleno esplendor para poder dedicarse a predicar y compartir los conocimientos alcanzados durante 25 años de esfuerzo y experimentación gastronómica. Harvard, el MIT, el Drawing Center, ARCO y El País y ahora el Espacio de la Fundación Telefónica, son algunos de los mojones que muestran el camino de un sueño que se encarna en elBullifoundation. La clave que explica el cierre y este aparente alejamiento de elBulli adopta en boca de Adrià una nueva expresión paradójica: “Nos fuimos para poder volver”. 

Para entender esta transformación empresarial hay que tirar de hemeroteca, pues la conferencia que se marca Adrià da esta información por sabida y se centra en el carácter novedoso y pionero de la exposición que vamos a ver, única en el mundo entero, según él, en su propósito de explicar el proceso creativo. En estos tres años y gracias al apoyo de Telefónica como socio han podido “decodificar” dicho proceso, partiendo de la disciplina culinaria pero llegando a conclusiones, a una “metodología”, que puede ser aplicable a toda labor creativa y que “sirve para entender tanto lo que hace un cocinero como lo que hace Miquel Barceló o Cristiano Ronaldo”. La explicación de uno de los platos fuertes de la expo condensa hasta la caricatura la hinchazón archisilábica y tautológica que tanto daño han hecho al mundo del arte: “El mapa del proceso creativo es la visualización de la decodificación del proceso creativo”.

Junto a la catarata de obviedades sobre la creación vendidas como hallazgos conceptuales, en el discurso de Adrià se entremezclan el narcisismo del triunfador con constantes expresiones que buscan subrayar la humildad de la estrella: “Somos gente normal, gente de barrio. Simplemente facturábamos dos millones y medio de euros, pero si nosotros lo hicimos, lo puede hacer cualquiera”. El triunfo está al alcance de la “gente de la calle”, pero Adrià no pierde oportunidad de revestir de elementos épicos la aventura de elBulli: “¿Quién de vosotros estaría dispuesto, como estuvimos nosotros, a no ganar dinero durante quince años?”; de recordar los implacables sacrificios: “elBulli era un régimen militar, llegabas un minuto tarde y no volvías”; y dar cuenta del liderazgo ejemplar que lo hizo posible: “Los líderes éramos los primeros en llegar y los últimos en marcharnos”.

No sé si será el efecto Tyndall de esos rayos matutinos que cruzan la escena o la idolatría que exhiben las preguntas que tras una hora de autobombo hacen los periodistas, pero me da la impresión de estar asistiendo a un acto de consagración religioso, en el que Adrià encarna al chamán mundialmente reconocido que emerge de una gran nube de nitrógeno líquido para revelar el secreto del triunfo que no es otro que la creatividad.

De pronto una pregunta acerca de la poca presencia de Juli Soler en la exposición rompe el encantamiento. Ferran Adrià se revuelve en su taburete y repregunta al díscolo reportero si ha leído el primero de los 27 puntos que explican qué es lo que hizo que el proceso creativo de elBulli fuera tan eficaz; ahí, en ese primer punto que el periodista confirma no haber leído, se dice que fue “La libertad de Juli Soler”, que “El hecho de contar con un socio que no estaba en el equipo creativo, pero que antepuso siempre la libertad total al negocio, fue fundamental”. Al parecer se trata de un malentendido, pero lo cierto es que Juli Soler aparece poco, no por voluntad de silenciar su participación, sino porque la omnipresencia de la superestrella eclipsa a cualquiera de los que están a su alrededor.

Cuando me toca a mí le pregunto por cómo casa esa sencillez que reclama él para las técnicas creativas con una personalidad como la suya, en qué medida el ego del creador entorpece o facilita la creación. No me debo haber explicado bien y Adrià responde negando que él haya dicho que las técnicas creativas sean sencillas, que lo que son es "normales"; “cuidado con la sencillez”, me advierte, "los creadores y la gente corriente cuando crean lo que hacen es lo normal". Luego contesta un par de preguntas laudatorias, saca de su bolsillo una lizipaina que se mete en la boca y nos marchamos a ver la exposición. Ferran Adrià está enfadado y renuncia a hacer la visita guiada que estaba prevista.

Tratando de que el personaje y sus palabras no me impidan apreciar su obra me sumerjo en la expo. Como prólogo nos encontramos un espacio destinado a la interacción con el visitante, que puede optar entre completar un test en un iPad sobre su visión de la creatividad y contemplar la imagen resultante de su perfil creativo o contestar qué es para él la creatividad grabándose un videoselfie con la posibilidad de aparecer en la web de la exposición. Liturgias del narcisismo triunfante al alcance de los fieles que se sumen a la mascarada. Citas de famosos sobre la creación aparecen por las paredes, pero la que da origen a la revolución adriática es una del chef Jaques Maximin, tan obvia como falaz: “Creatividad es no copiar”. No dudo del carácter innovador y revolucionario de la cocina de Adrià, pero pensar en estos términos tan esenciales parece dar a entender una suficiencia imposible: nadie crea de cero, por muy lejos que haya llegado en su deriva creativa.

¿Y qué más se puede ver en esta exposición, además de constatar que cualquiera puede ser un creativo y un triunfador? Ver se puede ver mucho y en un montaje espectacular, colorido y sorprendente pero al servicio de ideas ramplonas que, como en la rueda de prensa, no van más allá de tautologías que parecen sacadas de libros de autoayuda, cuando no son, como en la primera parte que explica la historia de elBulli, una exhibición ególatra de la importancia personal, universal e histórica de Ferran Adrià, que siendo el comisario de la exposición no tiene empacho en convertirse en su protagonista.

¿No cree que desglosar en estos pasos tan simplones la actividad de elBulli mata todo el misterio? Le pregunto a Juan Mari Arzak, y éste me responde sobre la generosidad de su colega al desvelar todos sus secretos, “porque el secreto es que no hay secretos”, “yo le explico a todo el mundo cómo hago mis platos, pero luego lo hacen distintos porque el toque lo da la mano o yo qué sé”.

La historia cuenta que un 20 noviembre de 2009 Adriá tuvo una revelación y dió un giro a su destino. Quizás la atención recibida dos años antes en Kassel le hizo pensar en aplicar los desafíos del arte conceptual y prescindir del soporte de su arte, hacer desaparecer la comida concreta e ingresar en el mundo superior de las ideas abstractas, que manchan menos. Así, él, que piensa que lo mejor del arte son los artistas, dio el salto definitivo y pasó de deconstruir espárragos a deconstruirse a sí mismo como cocinero y reconstruirse como artista, o más allá todavía, como creador de artistas, recreando con un equipo de matemáticos, programadores, filósofos y profesionales del mundo del arte el proceso creativo. Y en esas está.

No dudo de la importancia de Adrià como cocinero, incluso doy crédito a los que como José Aguirre, el director de Bestiario —la empresa responsable de la dirección de arte, del diseño web y de parte de la “conceptualización museográfica”— me hablan de la excepcionalidad de la persona, de su rigor como trabajador, de la humildad de un tipo que sigue viviendo en una casa de 50 metros cuadrados. No lo dudo, pero todo el esfuerzo teorizador que ha montado en torno a la creación resulta vano y pretencioso, así como la idolatría que rodea al personaje, y en la que él mismo colabora, me parece un ejercicio de vanidad que en nada lo ayuda. Después de ver esta espectacular exposición, por no hablar de la desatinada rueda de prensa, lo que no se entiende es por qué una estrella insiste en querer ser un ovni. Quizás cuando su proyecto de fundación acabe de concretarse de verdad, el astro de Adrià vuelva de nuevo a brillar y salga de esa línea de sombra en la que parece haberse extraviado cuando decidió vestirse de negro. Hasta entonces no estaría mal recordarle que las estrellas no saben de astronomía, ni falta que les hace.

 

La exposición Auditando el proceso creativo puede verse desde hoy miércoles 29 de octubre hasta el 1 de marzo en el Espacio de la Fundación Telefónica, Madrid
Fotografías 1, 2, 6 y 7 de Fernando Maquieira