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No dollars in duende

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Procrastinar en Internet es seguramente una de las actividades cotidianas más extrañamente placenteras que nos ha regalado la era digital. Permite conexiones improbables como la que tengo delante: en una pestaña del navegador, el top ten del Billboard, una revista musical de listas de éxitos mainstream, y en la pestaña contigua, el texto de la conferencia que impartió Nick Cave en el Festival de Poesía de Viena en 1999, bajo el título “The Secret Life of Love Song”, una auténtica joya del songwriting, la cual estoy releyendo como si no hubiera un mañana, con la intensidad que sólo puede darme el hecho de saber que en realidad debería estar trabajando.

Cuenta Cave que raramente encuentra duende en la música actual, eso que Lorca definía como “un poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica", y que, según Cave, para que aparezca es necesario crear un espacio de melancolía que facilite el proceso de, en este caso, escritura de una canción de amor. El problema está en que el trabajo de creación pausada, así como los tiempos muertos que suelen preceder a la aparición de la idea, o los momentos reflexivos necesarios para desarrollarla, son difícilmente monetizables, y por tanto, según las necesidades de la impaciente maquinaria del consumismo, inútiles, improductivos.

“Vivimos una época extraña en la que maestros como Nick Cave son rara avis en un panorama donde la velocidad vence al talento, y donde el duende es una especie en peligro de extinción dentro de la industria musical”

Resume Cave este razonamiento en una maravillosa frase: “Perhaps there is just no money in sadness, no dollars in duende”. Exacto. Quizá es que no hay dinero en la tristeza, no hay dólares en el duende. Guiado por un impulso, cambio a la pestaña del Billboard. Leo. Iggy Azalea en el número uno –tan atractiva como insustancial, una college girl que sería el perfecto contrapunto pijo de Lady Gaga–; Ariana Grande, una teenager que podría ser la versión femenina de Justin Bieber, en el dos; y en el tercer puesto unos tipos noruegos llamados Nico & Vinz que según descubro en Youtube son una especie de pastiche r&b con atmósferas a lo Police –si, extrañamente, a lo Police–. La lista continúa, no para mejor, pero es fácil ver que todo está conectado de forma transversal: dinero, seguramente, pero… ¿duende?

Vivimos una época extraña en la que maestros como Nick Cave, quien el año pasado editó el decimoquinto álbum de su carrera junto a los Bad Seeds, con el mérito añadido de que dicho álbum sea uno de los mejores de su trayectoria, son rara avis en un panorama donde la velocidad vence al talento, y donde el duende, o el alma, o la saudade, o como cada cultura quiera llamarlo, es una especie en peligro de extinción dentro de la industria musical, acosado éste por cazadores furtivos disfrazados de magos del show business. Así, el mainstream actual es un espectáculo que toma las formas de la creación y performance musical, pero que en su contenido lo que propone es un hilo musical machacón y repetitivo, el acompañamiento ideal de una sociedad cada vez más acelerada y superficial. Insisto, con excepciones, básicamente las necesarias para confirmar la regla.

Nick Cave es una de ellas, y según leo en otra pestaña del navegador, más allá del Billboard, pronto podremos acercarnos un poco más a su universo personal y artístico a través de 20.000 Days On Earth, un prometedor documental que, combinando elementos de ficción y realidad, realiza un retrato íntimo del artista y de su particular proceso creativo, y que será estrenado a lo largo de 2014. Aquí una muestra. Estaremos atentos, no se nos vaya a escapar el duende.