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Narraciones desde el hielo

Una entrevista con la novelista Alicia Kopf
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“La literatura es el lugar por excelencia para abordar cuestiones como la interioridad, los sentimientos o las relaciones” comenta Alicia Kopf, ganadora del Premi Documenta 2015, uno de los más prestigiosos en lengua catalana con su novela Germà de Gel, ahora traducida por la propia autora al castellano y publicada por Alpha Decay. Tras este nombre de reminiscencias carrollianas, se encuentra Imma Avalos (Girona, 1982), quien, tras años dedicados exclusivamente al arte, ha decido dar el salto a la narrativa. Kopf reconoce que la escritura siempre ha estado allí, tras cada uno de sus proyectos, sin embargo, solo ahora adquiere protagonismo. Ahora la literatura se impone al arte y lo hace con una novela aparentemente autobiográfica o, como ella misma dice, con una “autobiografía ficcional” donde la indagación del yo narrador es paralela a la indagación en torno al proyecto artístico de la propia Kopf –ArticAntartic—, proyecto que tenía como objeto la historia de los grandes exploradores de los polos. La exploración adquiere en Hermano de hielo una doble significación: la exploración intelectual y artística, por un lado, y la exploración íntima, por el otro; dos exploraciones que confluyen, sin embargo, en torno a la pregunta acerca del yo y el contexto, representado por el hielo. El hielo es aquello que rodea a los exploradores del ártico, pero es también aquello que característica las relaciones de la protagonista, cuya trayectoria vital se define por la constante precariedad emocional y económica.

Provienes del mundo del arte y has decidido dar un paso hacia la narrativa: ¿la literatura llena las posibles insuficiencias del arte?

Yo creo que arte y narrativa son dos ámbitos que se complementan: las imágenes o el formato expositivo tienen ciertas características que no tiene la narrativa, sobre todo en cuanto a la rapidez. La asimilación de las imágenes por parte de un espectador es muy rápida, mucho más rápida que la asimilación de la literatura; además, la imagen tiene un componente sintético que, por su parte, la narrativa puede desplegar. Por esto, para mí, es importante utilizar ambos lenguajes, sobre todo pensando que, en mi caso, las ideas siempre vienen en forma de imagen y me resulta más fácil comenzar a trabajar con las ideas en un formato expositivo para luego ver qué capas hay detrás de cada imagen y trasladarme así al ámbito más narrativo.

Hablas de la percepción del espectador, pero como creadora, ¿la escritura te permite ir más allá de lo sintético de la imagen?

Para mí la escritura es una especie de mar de fondo que está en todo proyecto que realizo y que responde a velocidades distintas; escribiendo voy dando sentido a lo que me interesa. Lo que sucede es que muchas veces, cuando me centro en un tema, me interesan cosas que aparentemente no tienen nada en común y que requieren ser abordadas desde perspectivas distintas. El arte es muy flexible, me permite unir metáforas muy rápidamente, aunque necesito siempre trabajar con ese proceso de investigación de fondo, que implica siempre la escritura y que se retroalimenta constantemente del proceso artístico.

En Hermano de hielo narras el proceso artístico, un proceso de investigación que parece conducir al descubrimiento del yo.

La investigación me lleva a descubrirme, aunque hay casos de artistas y de exploradores que encuentran en la investigación la posibilidad de huir de sí mismos. Para mí la escritura tiene que ver con el responder unos enigmas y con compartir unos descubrimientos, de lo contrario, no está viva. La escritura tiene un componente de exploración y de aprendizaje, personal e intelectual; creo que detrás de todo trabajo hay algo que nos atañe personalmente, detrás de muchos teóricos y de muchos artistas hay un componente vital, no quiero decir autobiográfico, pero sí interno y personal que no siempre se muestra, y yo, por lo contrario, con la novela quería revelar las motivaciones internas que dan lugar a mi investigación.

Han definido tu novela como autoficción o, incluso, como novela autobiográfica: ¿te molesta la recepción biográfica de Hermano de hielo?

Hay quien ha leído la novela aceptando el pacto ficcional con el texto, mientras que otros lo han leído pensando el libro como autobiografía. Cuando escribía la novela pensaba la obra como unidad, nunca en cómo me iban a percibir a mí como persona quienes leyeran el libro, porque creo firmemente en el lector y en su criterio y, además, estoy convencida de que para los lectores que no pertenecen a mi círculo de conocidos, Hermano de hielo siempre será ficción. Mi entorno, obviamente, puede reconocer parte de mi vida y es verdad que cuando alguien reconoce algo como real tiende a pensar que todo lo demás narrado también es real. Yo no puedo decir que lo que cuento es falso, es un collage de experiencias pasadas por el filtro de la escritura literaria.

Y es precisamente el filtro de la escritura es aquello que convierte el texto en ficción.

Sí, pero esta reflexión la hace un lector refinado. De hecho, conocidos míos de ámbitos lejanos al mundo del arte o de la literatura se han molestado al entender que todo lo narrado era verdad y sobre todo se han molestado aquellos que, a pesar de que yo he cambiado todos los nombres, se reconocían, porque al verse como personajes se sentían juzgados. Cuando hago un retrato ficcional, el modelo es una motivación simplemente para la creación de personajes y que éstos se ajusten al referente real no es lo más importante y tampoco su presencia en la novela implica valorar a la persona real.

Dices que no quieres dar voz a tu hermano autista, rompiendo así la idea tan arraigada de la literatura como forma de dar voz a quien no la tiene.  

La posibilidad de dar voz a quien no la tiene a través de la literatura ha sido siempre un tema importante en cuanto ha estado siempre asociado a la responsabilidad del autor hacia su contexto y hacia los supuestamente sin voz. Sin embargo, para mí, la dación de voz implica una actitud arrogante por parte del escritor: uno puede tener una gran empatía por una situación, pero me resulta arrogante intentar dar voz a quien no la tiene, pensando que uno puede ponerse en el lugar del otro. Personalmente, creo que lo único que se puede hacer es hablar cada uno desde su propia perspectiva, señalando lo que ve y lo que no ve, aquello que puede contar y aquello que no puede contar.

¿Echas de menos que, justamente tu hermano, a quien está dedicado el libro, sea precisamente el que menos opciones tiene de leerlo?

Yo le di el libro a mi hermano y le enseñé que estaba dedicado a él. Estuvo muy contento, evidentemente no lo leyó, pero se alegró mucho de ver su nombre en la dedicatoria. Obviamente, mi intención no era que él lo pudiera leer, además tampoco definiría a mi hermano como un hermano de hielo, seguramente él es, entre todos los personajes, la persona menos de hielo del libro; mi hermano es la persona más tierna de toda la novela, lo que es de hielo no es la persona, son las relaciones que se crean. Mi intención no era llegar a él, pues al fin y al cabo ya hay un vínculo casi inexplicable entre nosotros dos, pero sí veía la literatura como la manera de visibilizar situaciones, mostrar la perspectiva, poco presente en la literatura, de los hermanos de los discapacitados. No estoy contenta cómo se muestra la discapacidad en los medios de masa, como el cine o la televisión.

¿Qué es lo que no te gusta?

En general la discapacidad no se muestra como discapacidad. Es decir: si te fijas en los seriales de televisión, en películas famosas como Rain Man o Forrest Gump, o en la novela El curioso caso de un perro a medianoche de Mark Haddon, verás que los personajes se caracterizan por el hecho de que, a pesar de su supuesta discapacidad, tienen la capacidad de hacer grandes cosas. Suelen tener una marca de discapacidad, pero como Forrest Gump o como el protagonista de Haddon llegan a hacer cosas importantes y bastante imposibles de ser realizadas por gente con esas discapacidades.

En Hermano de hielo cuestionas el propio término de “discapacitado”, proponiendo que, en parte, la discapacidad tiene que ver con las reglas de comportamiento y de relaciones dictadas por la sociedad.  

La capacidad es aquella que valora el contexto social: si eres una persona incapaz de conectar emocionalmente, pero eres capaz de ganar dinero y vivir autónomamente, no se te valora como una incapacitada. Nadie se pregunta sobre la incapacidad moral ni cuestiona la incapacidad de los protagonistas de los casos de corrupción; se trata de una incapacidad moral, ética, pero incapacidad. Por su parte, la narradora se cuestiona su propia incapacidad respecto a determinados temas, como son las relaciones.

En relación a la incapacidad del yo, ¿crees que Hermano de hielo puede leerse como una novela generacional sobre la precariedad emocional y económica y la “incapacidad” para sobrellevar la propia existencia?

Ese yo que habla en la novela no quiere representar a nadie. Personalmente, yo no me siento muy identificada con mi generación en cuanto a la educación recibida, aunque sí en cuanto al contexto vivido, es decir, por lo que se refiere al contexto, que es lo que permite leer Hermano de hielo como una novela de una determinada de generación. Pienso en concreto al tema de la precariedad económica y emocional, esa dificultad de establecer relaciones que duren y la dificultad, más general, de hacer que todo dure: el trabajo, el amor, la vivienda, lo material…

En este aspecto Hermano de hielo puede relacionarse con Dejad de lloriquear de Meredith Haaf.

Puede ser que el tono duro de la novela de Meredith Haaf lo comparta Hermano de hielo; en mi caso, la dureza se explica por la educación recibida: mi educación no fue nada indulgente, todo lo contrario, fue exigente y, a diferencia de mis compañeros de generación, no he tenido la supuesta riqueza material que define a nuestra generación. Vengo de una familia de costumbres austeras, exigente, poco dada al disfrute y, muy a pesar mucho, bastante ajena a la empatía emocional. Sin embargo, ahora mismo empiezo a pensar que el haber recibido esa educación, que no defiendo, me ha hecho algo más resistente. Vengo de un entorno marcado por la precariedad en todos los sentidos, de la emocional a la material y lo que hago en Hermano de hielo es intentar hacer una arqueología de la precariedad emocional para descubrir de dónde viene y por qué viene. Por su parte, la historia de los exploradores de los polos me ayuda a hablar de la resistencia y los espacios dedicados a la investigación corresponden a aquellos momentos en los que yo necesito encontrar referentes para sobrevivir, pero también para inspirarme, para soñar y para buscar nuevos horizontes profesionales y artísticos.

Decía Bolaño que después de La invención de Morel la novela ya no puede sostenerse solo por la trama, sino que debe sostenerse por el estilo. ¿Hermano de hielo se inscribe en esta concepción de la novela?

Lo que sostiene mi novela es la pregunta y el tesón en el avance de la investigación: el lector, en tiempo real, está presenciando mis descubrimientos y la intriga la produce ese avance en el blanco. En cuanto a la frase de Bolaño, hay varias maneras de entender la novela y yo me sitúo precisamente en esa misma estela; he dicho en más de una ocasión que uno de mis referentes es Vila-Matas, soy una gran lectora de ensayo y, aunque no me guste la condescendencia de Knausgard, me interesa su capacidad de exploración de la intimidad. Yo quería mezclar todos estos elementos, combinar una concepción ensayística de la literatura con una exploración del yo, introduciendo el proceso de investigación y crecimiento propio del bildungsroman y cuestiones en torno a la figura del lector, que proviene de haber leído a Barthes y a Foucault y que no terminan de explicitarse.

En Hermano de hielo, la instalación artística juega un papel muy importante: como el Vila-Matas de Kassel no invita a la lógica o el último Don de Lillo, el arte contemporáneo te sirve como herramienta para construir la narración.

La influencia del arte contemporáneo en la novela es fundamental. Percibo fácilmente qué escritores no se interesan por el arte contemporáneo (y en general por las otras artes) y esto se nota de forma negativa. Aquello que define en gran parte el arte contemporáneo es la consciencia crítica de sí mismo, la consciencia de la necesidad de innovación y la continua revisión de sus medios y ampliación de sus límites, algo que no sucede a menudo en ámbito narrativo. Por otro lado, la idea y necesidad de riesgo en los artistas visuales y performáticos y la implicación del yo son también son aspectos de referencia para mí. Me parece que en el ámbito de las letras (sobre todo las letras en España) impera a veces la falta de riesgo y un pudor excesivo respecto a la posibilidad de explorar el yo narrativo.

Hay que decir que el mundo del arte tampoco está a salvo de tu mirada crítica.

No querría pecar de ingenua al criticar los medios en los que el arte contemporáneo se desenvuelve, como son las instituciones o las ferias. Creo que estos ámbitos deben existir y cuanto mejor funcione tanto mejor para los artistas. Pensar que el arte no puede ser mercantilizado me parece una expresión no sólo de ingenuidad, sino de falta de información: cualquier gesto siempre termina siendo mercantilizado por muy antisistema que sea. No sé si en Hermano de hielo hay verdaderamente una crítica; es verdad que la gente del ámbito literario ha leído mis afirmaciones como una crítica, mientras que mucha gente del mundo del arte no ha percibido crítica alguna. El arte vive de instituciones potentes y de coleccionismo, el problema es que en este país no tenemos ni lo uno ni lo otro. Hay algunas instituciones buenas, no muchas, y no hay coleccionismo, con lo cual el artista no puede vivir de su actividad real, es decir, de vender la obra: solamente se puede ser becario permanente, habiendo como hay muy pocas becas. Este contexto obliga al artista al nomadismo y a la precariedad ad infinitum. Personalmente, como me resulta imposible vivir del arte, prefiero mantener mi independencia y, por tanto, no he optado a determinadas becas que me obligarían al nomadismo. Para mí es muy importante quedarme y luchar para cambiar el contexto en el que vivo, no creo que irse sea siempre lo preferible.

 

Foto portada: Laia Gutiérrez
Foto cierre: Julia Echevarría