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Seis formas de acabar con el mundo

Frinje, festival de artes escénicas de Madrid
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El fin del mundo está aquí al lado. Parece cuestión de tiempo, pero en realidad es una cuestión de espacio. Puede iniciarse en tu barrio, en tu ciudad e incluso en tu casa, cada noche, cuando el día acaba y todo empieza de nuevo. Porque el apocalipsis también podría ser la locura o un cambio de paradigma. Y puede venir acompañado de ruido, música, rabia o todo junto.

De todas esas formas podrá verse en Frinje, festival de artes escénicas de Madrid. La “lente extrañada” con la que la organización pide a los creadores invitados que miren la realidad política y social ha dado como resultado que casi un tercio de las obras aborden un final de ciclo, de etapa o del mundo como lo entendemos hasta ahora. Son seis obras distintas entre sí, con diversidad de enfoques, tonos e intenciones pero todas narran un punto y final.

EL FIN DEL MUNDO EN TU BARRIO

El mundo puede empezar a acabarse por una calle. Eso es lo que cuentan Mapa Teatro, que en Testigo de las ruinas analiza “el umbral entre dos milenios” a través de la voz y la mirada de la última habitante de El Cartucho, un barrio de Bogotá tomado por el tráfico de droga en los noventa y desaparecido para siempre en el 2000. En la obra Juana Ramírez aparece preparando arepas y chocolate, lo que hacía en su casa cuando aún existía. Esa mujer, testigo de excepción, se sube al escenario para despedirse de su patria, que es su barrio, y no caer en el olvido.

En esa línea de recuperar memoria y fuerza, está también Formas de olvidar, de la compañía Atlas. Su propuesta es un recorrido por lugares y espacios que han desaparecido en el distrito Centro de Madrid. Se podrá ver en la parada de Metro de La Latina, y es “un recorrido escénico que aspira a recuperar la memoria de aquellos lugares que construyen un barrio para reconocer y así lograr comprender nuestro presente”.

QUE EL FIN DEL MUNDO TE PILLE BAILANDO

“Una luz azul, todo lo cambió,
elevó sus manos, se me llevó.
Nosotros vamos a decir lo que hay que decir.
Y quizás no hay nada que decir.”

Así reza una de las canciones que Los corderos cantarán en Frinje. Su espectáculo La Banda del fin del mundo es una muestra de lo que ellos llaman “teatro bastardo”, uno que no se centra en la palabra. O no sólo. Recurre a la música, la performance, las canciones, el baile y, cuando es necesario, también al insulto. Es un teatro que alza la voz y busca la movilización. Su fin del mundo está en la cabeza. “Nuestro apocalipsis trae una nueva forma de pensar”, explica Pablo Molinero, codirector artístico. “En esta obra vienen unos marcianos a decirnos cómo re-evolucionar. Quieren ayudarnos, aunque en realidad, le dan a la especie humana una buena colleja.”

También hay música y toques de atención en Apocalypsis Uploaded, la propuesta de LAminimAL. “El día que la Tierra se inundó, yo salía de una tienda de Zara. Y como no encontré los pantalones que buscaba, fui a buscar a un compañero al trabajo.” En esta obra se oyen muchas frases como ésa. Se escucha a gente contando qué hacía el día que estalló la Tercera Guerra Mundial, el día de la fusión nuclear o el día que la Tierra se partió en dos. En escena se contrapone la nimiedad a la tragedia, se canta y se baila, y mientras tanto se indaga en la parte inventada, y hay mucha, de lo que las personas explican sobre sí mismas.

O RIENDO

Otras obras sólo, y nada menos, buscan la reflexión y algo de risa. Es el caso de Calypso, de Voadora, una compañía gallega aficionada a ahondar en la ridiculez humana, contarla con humor y no pontificar sobre nada. Su fin del mundo sucede cada día. Sí, es el mito de Sísifo el que sube al escenario y habla de la imposibilidad de alcanzar la perfección, ni en la vida ni en el arte. “El paraíso no existe, te lo haces en el camino o no lo encuentras”, explica José Díaz, productor y actor de la compañía, que asegura es su obra está muy ligada al momento actual.

“Estamos en un cambio de ciclo, aunque en realidad, siempre lo estamos. Siempre estamos en tránsito, en busca de un modelo perfecto que nunca llegará. Y siempre cometemos los mismos errores, siempre en el borde del precipicio.” Díaz lo dice riendo porque Calypso no es una obra triste ni resignada. Es divertida, tiene humor, luz y también chispazos de oscuridad. “No es una crítica a nada concreto, es una reflexión. Y la hemos hecho bella y sorprendente porque la adversidad se puede explicar con humor y fuegos artificiales.”

Sin risa, envuelto en química y en tinieblas viene el fin del mundo que propone el premiadísimo actor y dramaturgo francés Frédéric Sonntag. Su Lichen-Man está basado en el cómic Prestige de l’uniforme de Hugues Micol y Loo Hui Phang, y cuenta la historia de un hombre y empleado anodino al que un accidente de laboratorio convierte paulatinamente en liquen. Sus habilidades aumentan, el hombre deviene superhéroe para acabar siendo todo lo contrario y acabar pagando un precio muy alto por todo ello. Metamorfosis, superhombre y catástrofe. He ahí un apocalipsis perfecto.

 

Imagen de portada: Mapa Teatro, Testigo de las ruinas.