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You gotta party for your right to fight

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Era verano de 2014, corrían tiempos de represión antifiestera post-Madrid Arena, y a los compañeros de Grupal Crew Collective y a mí nos apetecía defender el rol democrático de las fiestas en espacios públicos. Teníamos una idea de fiesta y la colaboración que mantenía con Terraza Matadero nos podría permitir desarrollarla abriendo un debate fiestero desde y con la Institución: ¿Por qué una fiesta puede ser una práctica política y de creación al mismo tiempo? Nuestra respuesta era que quien organiza una fiesta crea mundos, hace que las ideas viajen y se fundan, construye utopías según reglas distintas respecto a las dominantes, experimenta otras configuraciones de la sexualidad y de la identidad de las personas. En definitiva, ensaya maneras para cambiar el mundo.

Terraza Matadero había arrancado en 2012 con el objetivo de dinamizar la plaza de Matadero y mantener viva la actividad cultural del centro los meses de verano. Gracias a los Escaravox diseñados por la Oficina de Innovación Política del arquitecto Andrés Jaque, la plaza se había convertido en un espacio escénico que hacía posible (técnicamente) el desarrollo del proyecto cultural. El programa consistía en un ciclo de actividades propuestas por un comisario invitado y otro de actividades seleccionadas a través de una convocatoria pública.

En 2014 la activación del espacio era prueba superada y cientos de personas ya eran habituales de la agenda estival, por lo que mi propuesta para esa próxima edición iba un paso más allá: transformar la plaza en un espacio de mediación y diálogo entre comunidades bailongas de Madrid (los enemigos número dos de nuestros ex-gobernantes), el público general y la Institución.

Hacía tiempo que entendía el proyecto como una oportunidad para hacer política (o micropolítica) a través de lo lúdico y lo festivo, por lo que con el apoyo de GCC nos propusimos defender esa plaza como un lugar de participación política y experimentación artística, y convertirla en amplificador de reivindicaciones fiesteras. Un lugar de defensa de la libertad de expresión, del encuentro entre diversidades y del derecho a la fiesta entendido como una de las expresiones del derecho a la ciudad. La lucha por hacer que las fiestas tuvieran reconocimiento en centros de arte, más allá del habitual acompañamiento de inauguraciones, era una tarea que no nos concernía sólo a nosotros, sabíamos que tardaría en introducirse, pero cada intento sumaba.

Quien se divierte piensa con el cuerpo fue el mensaje que lanzamos para convocar a todas aquellas personas, colectivos o agrupaciones con ganas de montar una fiesta en la plaza de Matadero y sumarse al manifiesto.

La idea que plasmamos en las bases de la convocatoria partía del planteamiento de cómo a lo largo del siglo XX el derecho a la fiesta había constituido el frente de acción política de movimientos dispares que lo habían reivindicado y ejercido a través de la materialización de microutopías y nuevas subjetividades. Lugares de acción en los que se experimenta con la producción y la poética musical, con las formas de agregación social, con el uso del espacio público y la construcción de ciudad, con la democracia directa, con el género, el cuerpo y el sujeto en su entorno social.
Escenarios de autoorganización que conllevan a lógicas originales de aprovechamiento y gestión de los recursos alrededor o dentro de los cuales se generan comunidades contra-hegemónicas definidas por nuevas costumbres, bailes y estéticas, y a la vez nacen y evolucionan géneros musicales que proponen no solo una profunda subversión de las hegemonías globales en la producción cultural, sino que llegan a replantear desde cero los sistemas micro y macroeconómicos que rigen el ocio, la producción y la distribución musical.

Lugares que rompen la lógica de compartimentos estancos activando un funcionamiento procesual en el que el artista no es un genio aislado, sino un creador comunitario, y el público no es simple audiencia, sino un cuerpo social parte de la performance instantánea, es partícipe de la creación y es el generador del terreno político y cultural cuyos brotes son la música y las fiestas.

Después de dos años, Terraza Matadero se caracterizaba por la convivencia entre personas de edades, procedencias y estéticas muy diversas, pero que compartían el gusto por disfrutar juntas de una fiesta al aire libre. Era un lugar donde podías encontrarte desde abuelas jugando al bingo (ilustrado) hasta familias bailando electrocumbia. Algo que llevó a los organizadores de las fiestas a expandir su mirada para entender el escenario en el que se desenvolvían, un entorno extraordinariamente diverso respecto a su contexto habitual, frecuentado generalmente por un público más homogéneo y con un fuerte arraigo cultural.

Danzadelia en la Terraza de Verano de Matadero 2014. Fotografía cedida por Matadero Madrid

Por otro lado, con el paso de los años la convocatoria se había convertido en un recurso para artistas y colectivos del underground madrileño, personas autónomas que, a pesar de estar acostumbradas al “hazlo tú mismo”, agradecen trabajar en condiciones dignas. Por lo que para mí otro aspecto importante era no perder de vista su realidad laboral y, valiéndome de las herramientas que tenía a disposición, gestionar en consecuencia a sus necesidades. Algo que por otro lado me evitaba correr el peligro de atarme a una visión de la cultura como un sector destinado a la precariedad, y continuar trabajando para mejorar sus condiciones y aumentar la cantidad de recursos que ofrecía el programa.

Fue un verano revelador en el que mucha gente entendió que Administración e Institución cultural no son la misma cosa, que las dos son poder público pero distintas estructuras, ambas complejas y compuestas por decenas de personas con distintas sensibilidades con las que, cuando crees en lo que haces, tienes que dialogar con paciencia e intentar persuadir con tu trabajo diario.

He conocido de cerca las trabas burocráticas de la Administración intentando renunciar a los enfrentamientos para activar metodologías de sensibilización bidireccionales que hablasen tanto a la ciudadanía como a la Institución.

Desde este espacio hemos tratado durante años de reducir fricciones entre Administración y movimientos fiesteros en Madrid, considerando que la cultura musical de la ciudad es un patrimonio de todas. Y hemos vivido curiosas anécdotas, como cuando tuvimos que cambiar el nombre del proyecto porque desde algún lugar de la cadena de gestión surgieron dudas de si la oficina de Actos Públicos nos concedería de nuevo el permiso para desarrollar el programa. Parece ser que de las seis acepciones con las que la RAE define la palabra “terraza”, la que empezaba a tomar mayor relevancia era “terreno situado delante de un bar”, y que frente a los equívocos que pudiese acarrear ese nombre asociado a la imagen del patrocinador, era prudente modificarlo.

El proyecto estaba en proceso de formación, al igual que lo estaba su identidad, por lo que tampoco se vivió como un drama. El resultado: La Plaza en Verano.

Y sí, para quien lo desconozca, también los centros públicos tienen que solicitar permiso al Ayuntamiento para sus actividades, pero las normativas municipales y el ordenamiento jurídico de espacios públicos es un asunto con el que no me extenderé ahora.

Otra experiencia peculiar (que no singular) fue cuando tuvimos que “resemantizar” la palabra Deejay para la difusión de la actividad Do it your set porque había indicaciones de no apelar a nada que pudiera invocar públicamente al fantasma del Madrid Arena. Esto tampoco supuso un problema, a fin de cuentas Do it yor set no era un set de Dj's profesionales. Era un experimento de democratización y masificación del trabajo del Dj, hecho con todo el respeto para los profesionales del sector, pero sin ningún pudor y con espíritu iconoclasta.

Esta historia podría quedarse también en lo anecdótico, pero cuando te llegan las imágenes de la fiesta organizada en Plaza Colón para el cierre de la campaña electoral del pasado 26J, te das cuenta de que es algo más que una cosa pasajera. Esa estampa era la imagen de un sistema de poderío al que le cuesta entender el rol democrático de ciertas prácticas de base que a veces intenta reprimir y otras utilizar como un disfraz, pero siempre con la misma frívola superficialidad.

Soraya Sáenz de Santamaría participa en un acto de campaña del PP el 24 de junio en Madrid

Sin embargo otras sabemos que, como dice el artista e investigador Massimiliano Casu, quien pertenece a una subcultura fiestera se desarrolla en una constante tensión entre individualidad y pertenencia al grupo y se entrena para construir su posición en el mundo mucho más que quien vive dentro de un espacio relacional atrofiado.

Y así lo demostraron las personas que, durante el concurso de baile organizado por GCC para la clausura del programa ¿Dónde irás cuando se acabe la fiesta? de la pasada Plaza en Verano, desbordaron los muros de Matadero tomando las calles como un after-show que hizo que todos los esfuerzos cobrasen más sentido que nunca. Una noche que culminaba con una fiesta espontánea de cientos de personas bailando alrededor del sound system sorteado en el concurso de camino a Madrid Río.

Clausura de la Terraza de Verano 2014. Fotografía cedida por Matadero Madrid

Pues bien, este mismo sound system que, gestionado colectivamente, ha rodado durante 11 meses por Madrid acompañando las fiestas de las tantas personas que se encontraron aquella noche, regresa a su lugar de origen para festejar La Romería de los Voltios. Como si de un peregrinaje se tratara, esta comunidad de fiesteras que se ha ido formando en ese Madrid que emerge cuando el sol se esconde, ha decidido reunirse para celebrar esta neo-tradición con una acción colectiva. Ocuparán juntas la calle con música y baile, y pondrán en juego los cuerpos, las miradas, los sudores, los goces y los roces, además de los símbolos y las narrativas de las que cada cual es portadora.

El comité de festejos organizador invita a todo el que quiera a participar, a manifestar el orgullo de formar parte de un movimiento fundamental para la cultura de la ciudad, y a reivindicar su derecho a seguir ensayando, desde abajo y pluralmente, otras realidades posibles. La Romería de los Voltios del 29 de julio será un momento para rendir tributo a esas comunidades que, desde los distintos rincones de la ciudad, han hecho de Madrid lo que es hoy.

Una ingeniosa romería que jugando de algún modo con el espíritu de la inauguración de La Plaza en Verano, traspasa los límites de lo organizado oficialmente, e infiltrándose en sus brechas nos continúa recordando que La fiesta es permanente, dentro y fuera de la Institución.

 

En portada, inauguración de la Terraza de Verano Matadero 2014. Fotografía cedida por Matadero Madrid.

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