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Los tramposos

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A  Javier de Juan, el autor de la imagen del pirata que ilustra este escrito —cartel del Carnaval de 2016 del Círculo de Bellas Artes de Madrid—, le preguntan por la calle humanos de medio chiste si quien se esconde tras el antifaz es el rey de España —el Campechano—, Bárcenas, Rato, Blesa, Blas o quién coño es. Y Javier, impasible, apura el cigarro y el trago de Martini Dry y, en su juego de artista de no dar muchas pistas, les suelta con un cuarto de sonrisa de inglés: tu mismo. J/J  lo ha vuelto a clavar con una media de Chenel que ya quisieran otros. Le pidieron una de piratas y ahí la tienen: piratas de hoy en día, de Cortefiel o Armani y con malquerida en el Caribe, y no pocos queridos, también. Santos Discépolo nos puso hace casi un siglo sobre la pista de la escoria cuando escribió que todo era puro Cambalache, que vivimos revolcaos en un merengue y en el mismo lodo, todos manoseaos. Que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos. Maldita profecía de tramposos y rufianes que nos revienta el camino con el hatillo a cuestas y más bien seco, bueno, el de algunos, los más confiados, porque a otros nunca nos faltará la Mahou.

El cartel de Jota Jota cuelga como una bandera negra en plena calle de Alcalá pero nadie se inmuta con gravedad ni prende antorchas para quemar los templos. Escribía Luis Cadenas Borges que lo corrupto es visto en España con ternura y compasión, como la sonrisa de un niño malvado que rompe el jarrón pero le acabas dando una palmadita. El saqueo de los que cortan el bacalao es universal pero en las entrañas de España reside un componente genético que marca un carácter. Decía Rousseau que todo el mundo es bueno por naturaleza, los españoles también, supongo, incluidos los valencianos, pero, ay, ese inocente pueblo permite una situación de inmoralidad crónica y la alimenta a diario con pequeños gestos de moral distraída. La meritocracia es una utopía a la que embarra el nepotismo exacerbado y el tráfico de cargos, sobres y favores.

El Barça recibe al Valencia y lo arrasa y le mete siete goles, lo abrasa a las puertas de la gran cremá que está por llegar en esa tierra de las flores de la luz y del color. El desaguisado fatal futbolero ocurre a la vez que el juez corta la cabeza de los rufianes del PP valenciano que vaciaban las arcas públicas entre carcajadas y el soniquete marrón de los collares de bolas. Esas Fallas de fuego purificador de marzo no pueden ser más oportunas y simbólicas. De todo podemos hacer ninots para que ardan en la noche de los nuevos tiempos. Construyamos una pira grandiosa con todos los piratas cutres que nos rodean y que el humo del sebo de tanto gordinflón corone el cielo por un instante, como un fantasmal y hediondo baile de tinieblas. La filosofía de la Mafia tradicional siciliana encerraba un espíritu de moral menos obsceno y chabacano que el de nuestros políticos tramposos. También eran criminales, sí, pero a dónde va a parar ese toque de distinción. Además, los mafiosi jugaban un singular papel social que permitía que encajaran las piezas del cuadro político. Se manejaban en una aire turbio que encerraba ciertos principios. 

Pero aquí no se libra nadie de la infamia, ni Dios se libra, que lo mataron. Y el fango de veneno se cuela como cuchillo en mantequilla hasta en el rincón más oscuro del Estadio Mental que nos ocupa. No hay celdas para tanta abeja podrida ni pan para tanto chorizo. En pleno revuelo de Gurtels, Púnicas, Taulas y demás tropelías afloran mil tramposos vestidos de sport. Se amaña hasta la venta del pan y a las pistolas ahora se las llama baguettes. Ya no se puede ni ver un partido de tenis tranquilo ante la sombra del amaño que se cierne sobre ese deporte. El revés liftado de las estrellas esconde bajo el mango de la raqueta la carta sucia de la trampa. ¿Tú también, Rafa? No Rafa, no, no me jodas. No te puedes fiar ya ni del ojo de halcón, y por ahí no paso. Y no hablemos del fútbol, ese deporte rey, campechano o no, que tanto río de mierda arrastra. Las estrellas más rutilantes están en el banquillo empapelados de facturas e IVAS falsos; los directivos, en observación clínica, con sus tripas llenas de sapos, gallinejas y entresijos de verbena de tercera. Los dos grandes dirigentes mundiales, el de la Uefa y el de la Fifa, Platini y Blatter, castigados sin postre hasta el fin de sus días por sus malas tentaciones. Y lo más bueno viene ahora.

Salta a la primera plana el amaño de partidos de fútbol de la Tercera División española ¡desde Asia! Insostenible situación digna del mejor Ibáñez de Mortadelo y Filemón. Desde los sótanos en penumbra de la remota Asia han movido hilos para amañar un partido entre ¡el Paterna y el Castellón! ¡Si Gila levantara la cabeza! Se ha comprobado que el número de apuestas en ese partido fue 2.000 veces superior que la media en esa categoría. Y la mayoría procedía del mercado asiático, que mueve más de 80.000 millones de dólares cada semana. Bien, parece que ahí había más de un gato encerrado, y no lo digo yo. El partido se celebró un 20 de diciembre de 2015 y acabó con victoria del Castellón por 1-2. Todo en orden si no fuera porque en el intervalo que iba desde las 12:00 hasta las 13:45 el número de apuestas en directo que recibió el partido fue 2.000 veces superior a la media que ofrece esa categoría cada fin de semana. Parece que pasaron cosas raras, en fin.

De las trampas en el deporte por dopaje y cosas así, hablamos otro día, porque eso tiene miga de muchos costales. ¿Pero, qué me dicen del último grito del dopaje tecnológico? Se acaba de descubrir un motorcito en una bici en el Mundial de ciclocross. En esa competición, hace unos días, un inspector de la UCI (Unión Ciclista Internacional) descubrió que la ciclista belga Femke Van Den Driessche, que participaba en el Mundial sub-23, utilizaba un motorcito que aliviaba el dolor de sus pedaladas. Esto no es nuevo, el italiano Fabian Cancellara fue sospechoso de usar esa artimaña al vencer en una prueba de la Paris-Roubaix hace 6 años, cruzó la meta como si fuera en una moto GP, pero no se pudo probar el caso como ahora. El gran Eddy Merckx llegó a decir que esa trampa era peor que el dopaje químico y que se debería suspender a perpetuidad a esos tramposos tecnológicos.    

Los truhanes son inasequibles al desaliento, por lo que no es descabellado detenerse en la posibilidad de que muchas de sus sombrías acciones tengan causas genéticas. Los chinos se han puesto a investigar el asunto muy en serio. Un equipo de neurólogos de la Academia de Ciencias Sociales —el principal centro de investigación estatal de China— ha determinado que la corrupción provoca una actividad cerebral hasta ahora desconocida, lo que podría abrir la puerta a futuros tratamientos de curación —las conclusiones del estudio se pueden revisar en la publicación internacional Frontiers in a Behavioural Neuroscience—. La investigación defiende que una parte del hemisferio cerebral izquierdo, llamada “giro frontal inferior” (situada junto a la sien) es clave en la conducta corrupta, pues las personas en que esa área del cerebro trabaja con mayor intensidad pueden ser más propensas a aceptar sobornos o malversar fondos.

Sensacional descubrimiento, ahora falta saber la reacción del corrupto ante el diagnóstico:
— ¿Qué me pasa, doctor?
— Pues… mire, usted es… corrupto.
— ¿Corrupto yo? Tu ru rú.
Y, claro, sobre todo, falta saber la respuesta al supuesto tratamiento. Me da a mí que eso con pastillas no se soluciona. Además, cuando determinados sujetos suspenden la medicación ya sabemos lo que ocurre. Esa sonrisa de rufián del rostro que se esconde tras el antifaz del dibujo de Javier de Juan solo se borra cortando por lo sano. Aunque no sé, no sé si habrá suficientes hojas de acero inoxidable para el pescuezo de tanto maldito tramposo con esa risita mal almidoná.                   

  

Ilustración de Javier de Juan.