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Resistencias bibliográficas

Conversación con Gelen Jeleton
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Ya hace años que conozco a Gelen. Estuvimos juntas en la Fonográfica General de Barcelona, porque decíamos medio en broma que organizar fiestas y publicar vinilos era una manera de ligar, sobre todo si ninguna de las dos sabíamos tocar un instrumento ni cantar. Esta supuesta falta de habilidad, unida al autoaprendizaje, que ahora tanto se reivindica, y a la necesidad de elaborar alianzas siempre estuvo en Jeleton, proyecto que comparte con Jesús Arpal desde 1999. Una de sus principales herramientas es el dibujo (Historia política de las flores), aunque también tienen vídeos (Répétitions), han montado talleres de ciencia ficción feminista (Penélope no espera) y publicado notas al pie de página, unos Anotados con los que interrumpen sus lecturas y las vuelven corales. Una variante sería las Turntables Pieces, escuchas de vinilo que pinchan a su manera, es decir, con loops, cortes y superposición de frases, para interpelar al oyente y a sí mismos. Aunque funcionen de manera autónoma, todas sus piezas se cruzan, hacen de eco y actualizan un repertorio que han ido ampliando con los años, para poner en relación los símbolos que heredamos y los que aún estamos negociando, ya sean gráficos, sonoros o literarios. Quizás éste sea el sentido último de lo que hacen, lo que deberían destacar en un dossier de solicitud de beca o residencia cuando llega el momento de matar la magia y uno escribe la gran excusa: “El propósito de mi obra es…”, según esa fórmula anglosajona, no exenta de pedantería, llamada statement.

Dicho esto, creo que Jeleton ha hecho su esfuerzo por ajustarse a esta clase de formalidades sin abrir del todo el telón, es decir, dejando algo a los márgenes. Me refiero a la ambivalencia que mantienen con la academia y los centros de arte, circuitos en los que se mueven sin ser los únicos. De alguna manera, me recuerda a lo que le oí decir a Itziar González sobre el arquitecto Oriol Bohigas. Me dijo que, para ella, su mejor obra no correspondía a ningún edificio, ni siquiera a lo que había escrito. Su mejor obra fue haberse mudado a la Plaza Real. En este sentido, me gusta que los Jeleton le pongan la misma energía a una exposición que a preparar un programa de radio o a montar el decorado de esa fiesta que han sido varias y de las que yo aprendí cómo organizarse por una idea. Con todo, lo que más llama la atención es cómo integran sus referencias. Es que yo cuando cito me siento idiota y, cuando lo hacen otros, me genera cierta sospecha o me aburro como una mona. En cambio, Jesús y Gelen me siguen sonando muy espontáneos, aunque me la cuelen hasta en latín. “Rumpite libros ne corda vesta rumpantur… / Romped los libros, no sea que os rompan el corazón.” Esta fórmula alquímica dio pie a una de sus intervenciones, que consistía en ceder a otros artistas los libros que usaron como referencia en sus tesinas (una sobre los grabados alquímicos del Opus medico-chymicum y la otra sobre el simbolismo renacentista del libro Hypnerotomachia Poliphili). “Deshacernos de nuestros libros era abrirlos a otras interpretaciones y también librarnos de esas referencias de siempre para dejar entrar otras. Además, en esa época no teníamos espacio ni podíamos mantenerlos y pensamos que sería menos frío hacerlo así, generando nuevas complicidades.”

Siendo bibliófilos, no son ratas de biblioteca. A Jeleton también les gusta el pop o las películas de Serie B y en sus dibujos hay una clara referencia a Charles Burns. Gelen me cuenta que lo de copiar a Burns era “para quitarse el gesto y el estilo y porque imitar al autor de Agujero negro era un modo de que nadie nos preguntara de quién era cada dibujo”. Para ellos lo importante era hacerlo, como sucede con los fanzines. Y ése es el motivo por el que ahora la menciono tanto a ella, a Gelen, aunque Jesús esté siempre presente. Recién fallecido Umberto Eco, me pregunto qué pensaría de la tesis que presentó hace unas semanas en la Universidad de Murcia, donde problematizaba algunas cuestiones derivadas de su fanzinoteca feminista-queer que hoy cuenta con más de trescientas publicaciones autoeditadas en España y Latinoamérica.

En una manga del Mar Menor espectral y fría, hablamos sobre ello. 

Gelen: Con los fanzines, a pesar de lo que se suele pensar, yo empecé mayor, a los 30, y a coleccionarlos a los 38, aunque antes, en la universidad, sí los leía. Como Cuenca era un sitio pequeño, cada vez que alguien viajaba, traía lo más moderno que había visto y muchas veces eran fanzines. También es lo que nos podíamos permitir… Yo leía Mecánica Popular, Culturizine, el Mesa de Camilla y Mondo Brutto, que eran más pop, porque en aquel entonces mi entorno no estaba muy politizado. No sé cómo decirlo… No nos salía implicarnos en nada, quizás en reacción a la década anterior, que fue más contestataria. Entonces yo misma pensaba que eso del feminismo no iba conmigo. Aún recuerdo una charla a la que fui con una amiga en la universidad sobre arte feminista. En un momento dado hicieron algo que me pareció raro. Dijeron “quien sea lesbiana que levante la mano” y de pronto todas las de la charla levantaron la mano, pero del público muy pocos, entre otras yo, que me quedé clavada, en plan “que levante la mano su tía”. Yo no entendía lo que estaban haciendo y me incomodé. No lo veía necesario. Mi amiga y yo nos burlamos: ¿Qué es esto?… ni que todas fuéramos lesbianas… Es terrible pero el sentimiento era ése, porque no tenía los códigos para saber leer aquella situación. Los códigos suceden por repetición. Si aquello lo hubiera visto más veces, sin duda hubiera levantado la mano.

Andrea: ¿Y qué te hizo cambiar?

Gelen: El fanzine Miau!, que además se hacía en Murcia, fue importante para mí, porque ya se hablaba de las Riot Grrrl y era algo en lo que sí podía verme reflejada, pero lo que vendría a ser mi salida del armario fue cuando Jesús y yo fuimos a una fiesta para recaudar fondos del Ladyfest Spain 2005. Diseñamos carteles, camisetas y flyers. El Ladyfest está basado en el Do it together. Es un evento autogestionado, horizontal. Eso nos gustaba mucho y además nos permitía juntar dos de nuestros intereses: la música y el dibujo. Aunque en esa época participamos con un poco de miedo porque en nuestro entorno no se acababa de entender que estuviéramos en un evento feminista y, del otro lado, igual les parecíamos unos intrusos, pero fue muy bien. Luego María Bilbao me pidió algo para el fanzine Fempunk. ¡Recuerdo no dormir pensando en qué hacer! Mi primera colaboración la viví como algo muy grande. Al final me dibujé frente al portal de la sufragista Millicent Garrett Fawcett, en Bloomsbury.

Andrea: ¡Levantaste la mano!

Gelen: Sí… Ahí ya alcé el puño. Ese dibujo rompía un poco la línea en Jeleton de perder la autoría o hacer algo neutro. Lo decidimos entre Jesús y yo. Ahora con los años me doy cuenta de que siempre he sido feminista y he ido haciendo cosas que respondían a ello, pero entonces no lo sabía.

Andrea: Me choca que te costara tanto dibujarte, porque una de las cosas que me gusta del archivo y tu tesis es su metodología. No hablas en tercera persona, sino que te desdoblas en varios personajes. ¿De dónde te vino esa idea?

Gelen: De la necesidad, tan compartida en los feminismos, de tener referentes. Pensé que con las mascaradas podía involucrarme y adaptar mi práctica a distintos formatos. Así nació la Archiva del DIY, en la que me encarno para dar charlas, conferencias y talleres. Luego está Miss Archive (me gusta el prefijo miss, que es señorita pero significa deshacer, errar…) a la que me refiero cuando ejerzo de archivista, que es un interés que siempre he tenido y del que tengo bastante experiencia. Y finalmente Helenístika Fénix, que es la vertiente que define mi labor como iconóloga. Es una heroína de ciencia ficción, un Horapolo o arcana que señala los símbolos que se repiten en los archivos feministas-queers y me ayuda a leer los mensajes, como si se trataran de jeroglíficos.

Andrea: Esos símbolos ¿son los que dibujaste en una tela?

Gelen: Sí, las esferas. Por ahora son 272, pero quiero ampliarlo. De todos modos, me gustaría que se entendiera que con todo esto, lo que hago es adjudicarme una carga o una responsabilidad. No lo veo en ningún momento como una proclama, o como lo que hacen algunos artistas, que llegan y sueltan lo suyo, sin sentir que deben dar explicaciones o negociarlas. Hablar de mí, de mis dudas y errores y compartirlos es importante, porque mi archivo no es una cosa cerrada. Es una práctica y un intercambio. Siempre que puedo trato de citar a todas las demás, las que vienen conmigo…

Andrea: Es interesante que lo especifiques y quieras ponerlo en valor, porque así, a priori, muchos asocian el fanzine a algo frívolo o de un momento.

Gelen: En la videoconferencia de Nosotros Feriantes a la que me invitaron a participar salió el tema de la edad. La idea de que los fanzines corresponden a la juventud, porque luego llegan los hijos y hay que pagar el alquiler... o lo que se conoce como “la vida real”. Pues bien, para mí esa realidad es muy discutible o no es la única. Además, ahora muchas hemos vuelto a casa de nuestros padres y vivimos en precario. Es una situación complicada y a ver quién nos dice que no es real. Quiero decir que el fanzine también es una herramienta de resistencia, de crea espacios desde los que poder hablar. Incluso existen fanzines sobre la maternidad, que vienen de la necesidad de compartir otras experiencias que no son las que salen en las revistas mainstream.

Andrea: Hablando de crear espacios, el otro día me tocó moderar un debate sobre el nomenclátor de Barcelona y se mencionó que apenas hay nombres de mujeres en las calles. Un técnico del Ayuntamiento dijo que eran conscientes, pero que como ya no quedaban calles, una solución era dedicarles jardines, que en Barcelona, como observó una amiga, suelen ser interiores, menos visibles…

Gelen: De hecho Carmen, que es un nombre muy común, también significa “jardín cerrado”. Es un hecho que a las mujeres se nos ha asociado siempre a lo doméstico pero desde ahí también se puede hacer activismo. En Las chicas y las subculturas, Angela McRobbie y Jenny Garber hablan precisamente de las chicas que actúan desde sus dormitorios porque es donde escriben sus diarios y de cómo con los fanzines, eso que escriben sale de ese espacio y empieza a compartirse y haber redes. Esa visibilización ya se hará más pública con las Riot Grrrls. Ellas hablan de chicas en primera fila y tomar el escenario, que es algo que nos ha costado… y aquí pienso en la abuela de una amiga mía. En cuanto salía de fiesta, siempre le decía “hija mía, vete antes de que enciendan las luces”, como dándole a entender que quedarse en un sitio hasta el final no estaba bien visto. ¡Como en el cuento de la Cenicienta!

Andrea: Hablamos de tomar el escenario, las calles… y ¿qué pasa en las instituciones? Si te lo pregunto es porque sé que es uno de los temas que trabajas con tu archivo, además del de la autoría o los problemas de traducción de un contexto a otro, es esa relación entre la Academia y el Museo por un lado, y los fanzines por otro.

Gelen: Cuando me enteré que Kathleen Hanna (integrante de Bikini Kill, Le Tigre y ahora Julie Ruin) donó su colección de fanzines, y memorabilia a The Riot Grrrl Collection en la New York University, tuve una doble reacción. De entrada me chocó porque el fanzine es un material huidizo, que no pide ser validado ni pertenecer a ningún archivo, siendo algo que genera exclusiones, establece hegemonías. Pero por otro lado, me dije que claro que todo ese saber se merecía un sitio, un reconocimiento, porque es una fuente tan valiosa como cualquier otra, para mí incluso más. Y aquí quizás debería decir que yo siempre he vivido entre los dos mundos, la institución y el underground. Podríamos decir una doble vida o relación abierta que llevo como puedo. Fui becaria en la biblioteca de mi facultad y en el Museo Internacional de Electrografía de Cuenca. También documentalista en el Museo de la Música de Barcelona, y me gustaban esos sitios pero a la misma vez sentía la necesidad de otras formas. Con “Una Archiva del DIY” problematizo esas resistencias y también mis dudas relativas a la catalogación, ya que no sólo se trata del formato, también está la temática. Al principio mi archiva estaba relacionada con fanzines y ediciones autogestionadas en torno a la música y el dibujo, pero cada vez se ha ido definiendo más como feminista y queer o cuir.

Andrea: Está bien que lo menciones porque igual puede parecer que te sumas a una moda –la del archivo y lo queer–, pero debes de ser la única que lo hace desde dentro y que se ha comido algún que otro enfado o situación incómoda. Yo misma la he vivido. Cuando revisé tu tesis, tuve el dilema de corregirte o no algunas partes, sobre todo cuando la escritura se volvía tan tuya, con esa forma de citar y esos ritmos, pero pienso que está bien que este caso no cedieras ni renunciaras a tu modo de expresarte.

Gelen: Cuando en el contexto académico o con mi archivo digo que el punto de arranque es las Riot Grrrl y su traducción aquí, hablo de una archiva mayoritariamente de cultura hispana, con lo complicado que es este término en sí. En el archivo hay fanzines en aragonés, catalán, euskera, gallego, panocho… por ahora son del Estado español y Latinoamérica, con una gran sección mexicana, ya que he vivido allí estos dos últimos años. Muchas de las referencias son anglosajonas y en esto también entra el tema del acento o “pronunciar mal”. Si en una charla te dicen que no te entienden, automáticamente te desacreditan. Parece que no te están validando o ponen en duda lo que tú has podido entender del texto “original”. Y yo pienso que tiene que haber una autoridad desde lo mal dicho y este es un de los temas del fanzine que más me interesan, donde encontramos mucha traducción de emergencia y didactismo. Es el “vamos a hacerlo ágil” y a tender puentes. O inventarse una lengua si hace falta, y esto lo relaciono con Gloria Anzaldúa, que nos habla de una lengua rebelde, que renuncia a ser domesticada. Clarice Lispector, en cambio, parece que dice que aunque le faltan las palabras se niega a inventarse otras. Las que existen deben decir lo que se consigue decir y lo que está prohibido. Lo que yo interpreto como un quitarse los miedos.

Andrea: Siguiendo en esta línea de atreverse, me gustó cuando me dijiste medio en broma que las tesis había que escribirlas sin citar a Foucault.

Gelen: Ya, pero al final yo sí lo cité… (risas), y me gusta. Esa pataleta me vino de un seminario que hice y del que escribí un ensayo que luego me sirvió de pauta sobre esos libros que no he leído o han sido aplazados, en parte por pereza y, en parte, por una resistencia estratégica y hasta física.

Andrea: Pero ¿por qué dices que fue una pataleta?

Gelen: Porque un día, en un seminario de la UNAM, tocaba hablar de Rancière, pero yo fui a clase sin haber leído El maestro ignorante. Lo intenté pero viendo el índice me puse tensa. Revisé la bibliografía, pasé al texto crítico de Asensi y salió Cervantes. Me retiré o leí en diagonal o en abanico (haciendo pasar las páginas rápido). Y no es que piense que no les deba nada a determinados autores: Derrida, Deleuze, Guattari, Foucault… han facilitado que entrasen distintas maneras de pensar y hacer en el “aula”, pero tras esas dos horas de hablar sobre Rancière no pude evitar sentir que el tono de la clase era distinto, las citas o recursos al hablar me recordaban a otras aulas de otros tiempos, de algo que había querido dejar atrás, de alguna manera. Y se me hacía menos especial, estaba a la defensiva. De pronto todo fluía, era cómodo, esperado. En la clase, como ejercicio se pedían “dos reacciones”. Yo cité un video en el que un joven situacionista interrumpe a Lacan en clase y un meme que circula por internet y que tengo reblogueado en algunas de mis páginas del “archivo”, en el que aparece Penélope bordando con sus pretendientes y donde dice: “Fuck off. I’m crafting”. Esto sucedió al final de la clase, cuando ya íbamos a terminar, y yo, roja de los nervios, pues no tenía seguridad en mí al no haber leído lo que tocaba, pedí la palabra. Les dije entonces que estaba enfadada y que como mi tiempo era limitado, prefería dedicárselo a otros textos y autoras que para mí eran nuevas como Audre Lorde o Silvia Rivera Cusicanqui. Luego escribí el ensayo Bibliografía como autorretrato, para defender una selección politizada de las lecturas, una selección que hablase de una misma.

Andrea: Se parece a lo que mencionabas antes sobre RumpitelLibros: dejar de usar unas citas para que entren otras…

Gelen: O hilar y deshilar y ahí vuelve a entrar Penélope. Sólo que aquel meme me hizo pensar en el mito de otra manera. Quizás no se trata de hacer y deshacer para volver siempre a lo mismo, sino de manejar otros tiempos, retrasar la fecha… También lo asocio a leerle la Biblia a mi madre mientras cosía. Ella es muy religiosa y yo ese libro lo conozco bien. Gracias a la curiosidad que ella me transmitía por las escrituras, nació mi interés en seguir buscando cómo en otras religiones hay textos libres de interpretar: su historia y apócrifos. Ya de adolescente me interesaban los mitos griegos, luego pasé a Egipto, después Siria y Mesopotamia, a los mitos mesoamericanos y, en la facultad, me puse con las religiones gnósticas, el simbolismo en la alquimia, Rosa-Cruces, la mística renacentista...

Andrea: Yo lo intenté con la Biblia y, Gelen, no pude con ella. ¡La dejé a medias!

Gelen: Yo antes sentía una culpabilidad infinita con lo dejarme lecturas a medias, pero no pasa nada. A veces hasta puede resultar una librada… (risas) Y fíjate, cuando hablamos por teléfono, mi madre aún me sigue diciendo, “tócala”, refiriéndose a la Biblia. Ese “tócala” ahora me lleva a performar el uso del libro.

Andrea: Performar el uso del libro, ¿qué quieres decir?

Gelen: En Paris Is Burning oharduna, por ejemplo, dimos un taller que venía de cruzar el documental de Jennie Livingston y el fondo que cedió Pepe Espaliú a Arteleku y que curiosamente se conservó entero tras una inundación, al haber estado en una estructura arquitectónica exenta y situada en lo alto de la biblioteca. Me dediqué a buscar las conexiones y coincidencias entre los libros de Pepe Espaliú y Jeleton y los dibujé. Dibujé las portadas con especial interés en ver aquellos libros que se repetían en ediciones consecutivas o en otras editoriales, etc. Hay una relación con el libro que me gusta que no es sólo leerlos, sino tocarlos, verlos como mensaje, para que suene, de ahí también venía la cosa de dibujarlos como retratos. Y ya puestas a llevarlo más lejos, también lo asocio al comentario de mi profesor de música en el instituto, que en los ensayos de la coral, cuando según él no nos concentrábamos o llegábamos tarde, decía: “¿A qué venís, ¡eh!? ¿A pasear los libros?”,  haciendo referencia a que no dábamos golpe y estábamos atontadas. Pero ahora yo quiero darle la vuelta a todo eso y si hace falta repensar la Academia, porque que sus puertas estén abiertas no significa que todo el mundo pueda entrar.

Andrea: Por eso, tras alzar el puño te dibujas con un martillo.

Gelen: Sí, como símbolo de romper para volver a hacer, que es algo que yo asocio al bricolage y al Hazlo tú misma.

Andrea: Claro, claro… porque si no lo hacemos nosotras, ¿quién si no?

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Gelen Jeleton estará en L’Estruch de Sabadell dando un taller el 1 al 8 de abril y participará en el Ladyfest Barcelona 2016, previsto para este junio.

 

Las ilustraciones del texto, de arriba abajo: colaboración en el fanzine Fempunk#3 (2004), Londres, de Jeleton, realizado a partir de una fotografía del viaje; las 272 esferas de Helenística Fénix para el Hieroglyphica de Una Archiva del DIY (2015), Barcelona, textil producido por Degénero Edicones; imágenes de la exposición Una Archiva del DIY (2014), Ciudad de México, en La Fanzinoteca del Museo Universitario el Chopo (la instalación de la archiva en cartón fue en colaboración con la diseñadora industrial Paulina Aranda); dibujo-retrato del libro Las Moradas de la biblioteca de Pepe Espaliú, en Arteleku, parte del proyecto “Paris Is Burning, oharduna" (2013).

Algunas de las 272 esferas, diseminadas por el texto.