Contenido

La edad de oro de la climatización

En el Salón Internacional del Aire Acondicionado
Modo lectura

En una esquina del pabellón número ocho de la feria de muestras, detrás del puesto de Met Mann –fabricante de hornos de biomasa–, Yoyo Wang defiende los intereses de la empresa Ningbo, que tiene su sede en la provincia (china) de Zhejiang. Es difícil enterarte de lo que hacen la mayoría de las empresas que participan en este Salón Internacional del Aire Acondicionado o Feria de la Climatización –Ifema, Madrid: un día cualquiera entre la última glaciación y las próximas elecciones generales– si no lo sabes antes. Es decir, ¿qué demonios venden? Detrás de la mesa de trabajo de Yoyo hay unos estantes con unos artefactos que parecen llaves de paso y que son actuadores. ¡Basta! Si hubiera que pararse a explicar qué es exactamente un actuador, habría que pararse a explicar qué es exactamente un proceso, y qué es un dispositivo, y qué es todo (incluida la palabra qué), y de esta manera la historia nunca avanzaría.

Así pues: actuadores, actuadores sin retorno por muelle, actuadores con muelle de retorno, actuadores de la válvula de control, etcétera. Eso es lo que vende la empresa Ningbo. Antes de pasarse por Madrid, Yoyo Wang ha rutilado por Estambul, Nueva Delhi, Sao Paulo y Nueva York. El vecino de Yoyo –pared de pladur con pared de pladur– es David Zhu. David se ha buscado un nombre occidental para abrirse paso en el proceloso mundo de los negocios occidentales, pero no sabe una palabra de inglés, y por supuesto tampoco de español. De todos modos, el nombre de la empresa que lo ha comisionado es contundente y prometedor: Shanghai Ritz Metals fabrica y exporta componentes para aire acondicionado, plástico y caucho, y piezas torneadas de precisión. David se ha traído una tetera desde el país del Centro y hace té –mucho té– para él y para Yoyo y para un muchacho joven y también chino que ve crecer la hierba en un rincón del stand de la empresa Ningbo, y cuyo papel en la feria no está del todo claro: ¿un sobrino del dueño?, ¿un estudiante en prácticas?, ¿un reformista desesperanzado, dado que tiene la cabeza apoyada en una mano igual que Jovellanos? Después de unas preguntas para las que no encuentra respuestas, David hace un ademán con la mano derecha, traza una diagonal con los hombros, y apunta hacia su auténtica tetera de té chino para auténticos representantes comerciales de componentes para aire acondicionado chino, y es difícil saber (lenguaje no verbal) si este señor Zhu ha querido decir: «¿Una taza de te?», o más bien: «Y ahora, con su permiso...»

–Y ahora os invito –dice un hombre con un marcado acento de Cadalso de los Vidrios– a participar en el concurso Razones para aislar y os recuerdo que sortearemos un iPad entre todos los participantes.

Un momento: ¿quiénes somos nosotros y quién es usted? ¿Quién interlocuta?, ¿quién climatiza? Y, sobre todo: ¿quién instala? En el Salón Internacional del Aire Acondicionado, los instaladores son los planetas y todo lo demás son cuerpos celestes –objetos astronómicos, ¡satélites!– que gravitan a su alrededor. En apariencia son los instaladores los que se desplazan, y las empresas proveedoras de servicios permanecen quietas o suspendidas en el pabellón, pero si uno se fija con detenimiento comprobará que una vez que un instalador traspasa el umbral de la feria, el universo (el resto del universo: stands, pabellones, demostraciones y sorteos) empieza a moverse a su alrededor.

–Este año la feria es muy pequeña, te la recorres en un par de horas –dice David Muñoz, instalador y de Alicante.

Es precisamente esa gran actividad cósmica la que genera impresión de movimiento en el propio instalador, igual que ocurre cuando nuestro tren está parado en la estación y el resto de los trenes comienzan a moverse y nosotros pensamos: «¡En marcha!».

Por ejemplo, Isover, empresa especializada en aislamientos cuyo stand de doscientos metros cuadrados se desplaza por la feria y gravita alrededor de los instaladores. Al frente de la nave hay un hombre –en apariencia, un instalador– que hace demostraciones de aislamiento sobre la marcha y se comunica con los planetas por medio de un micrófono auricular:

–Para que vulcanice bien los acrílicos que lleva hay que darle fuerte con la espátula... Si le doy un radio de 30 tendré un avance de 14 centímetros... Estamos hablando de geometría... Tenemos que buscar la hipotenusa... Por aquí vamos a tener 45 grados cuando demos un giro de 180... El siguiente paso es aislar el conducto.

Cuando acaba su intervención, el instalador de Isover invita al público a hacerse una foto en la trasera de su stand. La gente tiene que dejar sus datos de contacto (¡ajá!) y luego puede participar en el concurso. Tienen que escribir una respuesta, más o menos ingeniosa, más o menos concluyente, a la pregunta «¿Por qué es bueno aislar?».

A veces las órbitas que describen todos esos satélites coinciden porque, a fin de cuentas, esto es una feria y esto es un mercado. Entonces se producen algunos conflictos. No muy lejos de allí, en el camino hacia las energías renovables y no renovables, un hombre metido dentro de un mono –en apariencia, otro instalador– amarillo dice verdades incómodas acerca de los consejos de administración de las eléctricas.

–Es injusto, es inmoral. Siempre se favorece el interés de los poderosos y nunca el de los consumidores, los contribuyentes y los fotovoltaicos.

El instalador en realidad es un actor –habla para una cámara de video– y el speaker's corner es el stand de Anpier (Asociación Nacional de Productores de Energía Fotovoltaica). El actor-instalador se pregunta cuántos ex ministros y ex presidentes de gobierno se sientan en los consejos de las compañías eléctricas –es una pregunta retórica, obviamente– y cuánto dinero reciben de las empresas sobre las que ellos mismos han tenido la oportunidad de legislar.

–Tienes que salir del plano y volver a entrar– le dice el operador de cámara.   

No todas las gravitaciones tienen el mismo efecto, no todos los satélites consiguen despertar el interés de los instaladores. Ese interés se puede generar por denotación: «Estos son nuestros productos y funcionan así», o por connotación: «Si pasas a este lado tu vida cambiará en cuestión de segundos y, de momento, te daremos un vaso de cerveza y algo de jamón». No son fórmulas excluyentes. El caso es que en Climatización 2015 hay cerveza para todos y en muchos puestos hay un cortador de jamón que permanece de pie y con una sonrisa solemne junto a la pieza, y entonces los instaladores –a los que se reconoce porque no llevan corbata y acumulan bolsas y propaganda corporativa– se acodan en la barra –hay verdaderas barras de bar con verdaderos tiradores de verdadera cerveza de barril– y los comerciales –a los que se distingue porque llevan corbata y traje azul y, en el caso poco probable de que sean mujeres, un conjunto de falda y chaqueta también azules– hablan de sus cosas y buscan las sinergias. Los comerciales hacen gestos a los camareros para que fluya la cerveza y, muy de vez en cuando, dejan caer alguna pregunta desconcertante y anticlimática como, por ejemplo: «¿Has pasado ya el pedido?». 

Todo esto puede dar idea de una cierta abundancia, pero las cosas no son exactamente así. La climatización es una industria en gran parte subsidiaria de la construcción. Aquellos maravillosos años: todos vuelven la vista hacia la edad de oro de la construcción (española), cuando la feria de la climatización ocupaba los doce pabellones de Ifema. Ahora ocupa tres, cuatro si contamos con Genera, una feria paralela sobre energía y medio ambiente.

–Tienes que poner en tu artículo que la gente nos felicita por esto.

«Esto» es una pegatina con la bandera de España y la leyenda Fabricado en España/Made in Spain, que se ha incorporado a algunos de los productos de Mecalia, como un acumulador de agua con capacidad para 2.000 litros. Además de acumuladores, Mecalia fabrica interacumuladores y depósitos de inercia. Alejandro Crespo –departamento de ventas– es gallego y relativamente joven, pero cuando recuerda cómo eran las cosas antes de la crisis –en la Edad de Oro de los Doce Pabellones–, se le encienden los ojos y la voz le tiembla igual que a un general sudista que rememora los viejos tiempos de Dixie.

En Brumizone –soluciones en nebulización– fabrican y venden ventiladores que despiden vapor. A eso se le llama brumización. También hacen máquinas que refrescan el ambiente –y a esto se le llama precooling– de las evaporizadoras «para evitar que salten por alta».

–¿Por alta tensión?

–No, por alta temperatura.

–Ajá.

Tienen un stand pequeño con fotos de algunos de sus trabajos y en una de ellas se ve al entonces Papa Benedicto-Ratzinger oficiando una misa en el aeródromo de Cuatro Vientos, en Madrid. Era el último día de las Jornadas Mundiales de la Juventud de 2011, el mercurio rondaba los cuarenta grados y los bomberos aliviaban a la multitud con sus mangueras y, aun así, hubo que atender a más de seiscientas personas por golpes de calor. ¿Y el Papa? Pues bien: el Papa estaba a salvo porque estaba climatizado. Una fina película de vapor de agua caía sobre el presbiterio y creaba un microclima en medio de aquel domingo (infernal). Cuatro años después, Óscar Ortega, responsable de producto  –es decir, product manager– de Brumizone, se quita importancia y, en lugar de preguntarse qué hubiera pasado (qué podría haber pasado, qué posible alteración del curso de la Historia, etc.) si aquel presbiterio y aquel pontífice no hubieran sido climatizados, prefiere pensar en las cuarenta bombas humidificadoras que acaba de enviar a Abu Dabi o en la nebulización, también reciente, de un paseo marítimo en Panamá. La conversación se termina cuando Óscar Ortega altera las coordenadas de navegación de Brumizone y empieza a gravitar en torno a una pareja de instaladores.

–Los instaladores son los que hacen los presupuestos y por eso todo gira en torno a ellos –explica José Luis Garrido, director del área de Clima en la empresa Tecna.

Cuando Garrido no está explicándole a alguien el funcionamiento de alguno de sus cacharros –bombas de calor, enfriadoras de agua o acondicionadores de aire de precisión tipo Split– se mete las manos en los bolsillos, se balancea sobre sus zapatos castellanos y pone los ojos en blanco. Lleva muchos años en esto y sabe quiénes son sus interlocutores, y también sabe quién climatiza y quién instala. En otras palabras, sabe distinguir entre un satélite y un planeta y, por tanto, sabe o cree saber que él (su empresa) es un satélite, y en eso se distingue de David Zhu, representante de Shangai Ritz Metals, que no lo sabe o, mejor dicho, parece no saberlo, aunque también parece que no le importa demasiado porque –no se ha dicho hasta ahora– este señor Zhu sonríe todo el tiempo y por momentos parece que en realidad es el universo –lo cual incluye todo tipo de planetas y de satélites, actuadores y acumuladores de agua, bombas humidificadoras y depósitos de inercia– el que gira alrededor de su taza de té y de la tetera que comparte con los representantes de la empresa Ningbo, radicada en la provincia china de Zhejiang. Lo cual, a su vez, tiene visos de ser una gran verdad y obligaría –¡vaya, vaya!– a revisar ciertas cosmologías poco fundamentadas.