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Hyades Arts

25 años de música electrónica
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Las estrellas Hyades se caracterizan por una luminosidad fluctuante, y pueden observarse junto a la constelación de Tauro, cerca de la nebulosa del Cangrejo, debajo de otro cúmulo fácilmente identificable: las Pléyades. 

Este es el improbable pero cierto relato visceral acerca de cómo cuatro veinteañeros desubicados, idealistas y esquinados agitaron desde el madrileño barrio de Moratalaz el paisaje sonoro de un país asolado por el pop y agotado por la Movida. No teníamos la menor idea de cómo llevar una empresa (y un sello discográfico lo es), y al comienzo de la aventura todos vivíamos con nuestros padres... Al final de la peripecia nuestros padres habían muerto, y algunos amigos dejamos de serlo ante notario, que es una de las peores maneras de romper una amistad: ”Hazte amigo de tu socio, nunca te hagas socio de tu amigo”.

La sociedad limitada Hyades Arts, S.L. se constituyó en 1989, en la única notaría de la misma barriada a la que luego darían fama y brío Alejandro Sanz y Elvira Lindo... Vallecas ya había conquistado el título de “barrio duro”, pero Moratalaz no lo era menos. Nuestras reuniones en los bancos del parque a menudo eran interrumpidas por bandas de gitanos (lo siento, no es racismo, eran gitanos) que nos daban de hostias y nos quitaban los relojes Seiko que algunos conservábamos de la primera comunión. Eran tiempos en los que el famoso Mercedes blanco de Veneno recorría con las ventanillas bajadas todo el barrio, mientras el sonido infausto de su radiocasete brotaba de los no menos infaustos altavoces...

Quizá gracias a ellos, en ese caldo de cultivo nació El sueño de Hyparco, un grupo de música electrónica que quería emular, o más bien homenajear a Tangerine Dream y a los músicos de la llamada “Escuela de Berlín” o música planeadora... Nuestros ídolos eran Klaus Schulze, Conrad Schnitzler, Vangelis... o el mismísimo Stockhausen.

Mucho tuvo que ver mi padre, arquitecto enamorado de la estética griega, y a la sazón gran fan de Wagner (quizá el primer gran músico electrónico), que me prestó un libro angular, el Tratado de los órdenes clásicos de arquitectura de un tal Vignola... Toda la iconografía de Hyades Arts procedería de aquellas páginas amarillentas: columnas jónicas, capiteles, frontones, hojas de acanto del orden corintio, cariátides...

Tras publicar un reportaje fundacional en la desaparecida revista Keyboard, a nuestro apartado de correos comenzaron a llegar todas las semanas abultados sobres que contenían casetes con maquetas (o con másters en ocasiones) de toda la geografía española, y más tarde, americana; con la esperanza de ser incluidos en nuestro catálogo sonoro. Todo era artesanal, las fotocopias, los diseños, las etiquetas que decoraban las casetes... Pero funcionaba y fascinaba, y por eso pasamos de ser un sello casetográfico a un sello discográfico. Producciones Hyparco se convirtió en Hyades Arts.

Años después, en la famosa Croisette de Cannes, Teddy Bautista propiciaría un encuentro con tres visionarios que supieron capitalizar su talento en todos esos años: Sergi Caballero (hoy cineasta singular que ha dirigido Finisterrae, y La distancia), Enric les Palau y Ricard Robles. Nos hablaron de una idea llamada SONAR, que acariciaba la posibilidad de crear en Barcelona el primer festival de música electrónica avanzada (significara eso lo que significara). Todos coincidimos en el stand de la SGAE en el MIDEM de Cannes. Yo viajé allí con Julián Aragoneses (de quien hablaré después) en un destartalado Alfa Romeo de tercera mano, nos alojamos en una fonda a 20 kilómetros del mítico Hotel Martínez, y nos alimentamos con un saco de polvorones de las navidades anteriores. Los precios eran prohibitivos para nosotros, pero el esfuerzo mereció la pena.

Un año después esa osadía se iba a concretar en el concierto inaugural de SONAR, actuando junto a Suso Saiz y Iury Lech, en un inolvidable monográfico Hyades Arts. Fue un honor tocar en directo en la primera edición del festival, en la noche del sábado 4 de junio de 1994, y compartir cartel con artistas como Esplendor Geométrico, Laurent Garnier o Sven Väth.

La lista de músicos que grabaron para nosotros es muy larga, desde el desaparecido Maestro Reverendo (Ángel Muñoz), hasta Luis Paniagua, sus sitares y su proverbial olor a sandía... Y Suso Saiz, Llorenç Barber, Francisco López, Iury Lech, Wade Mathews, Jerónimo Maesso, Claudio Caldini, Consuelo Díez, Markus Breuss, Satori, Fátima Miranda, Antonio García, Orfeón Gagarín... Incluso iniciamos una división de música contemporánea con obras de Luciano Berio, Antón García Abril o José Iges.

El núcleo duro de Hyades Arts y de El sueño de Hyparco siempre fuimos un servidor y el ya mencionado Julián Aragoneses, hoy un asentado artista plástico que ha expuesto en París, Barcelona y Nueva York, y que vive en Dublín. Él fue el responsable gráfico de la maravillosa revolución estética que protagonizó nuestro sello, diseñando todas las portadas y las galletas de los CD.

En estos días, en los que el binomio Compact Disc suena tan anacrónico como Walk Man o VHS, cabe resaltar que Hyades Arts cabalgó la ola entre los difuntos vinilos (editamos solo tres) y los CD que iban a ser la panacea, y que han resultado ser una estafa tecnológica de la que alguien debería responder ante los tribunales.

En julio de 1993 organizamos unas jornadas de música electrónica española en Nueva York en el contexto del New Music Seminar, que compartimos con Maná, Los Rodríguez y otros músicos, que tocaron en el ya desaparecido CBGB. Pero a nosotros nos tocó actuar en un pequeño garito del Greenwich Village llamado Don Hill's que ya no existe. Los telediarios hicieron que nuestras familias se sintieran orgullosas... pero jamás les contamos que además de Teddy Bautista, Luis Cobos, Ramoncín, el equipo de TVE que lo retransmitió con entusiasmo y el camarero, nadie más acudió al concierto. 

Apenas vendíamos discos, pero copábamos páginas en todas las publicaciones musicales del momento, y todas las radios nos prestaron su máxima atención. Incluso Ramón Trecet nos dedicó dos extensos programas monográficos de su mítico Diálogos 3. Solo la fábrica alemana PILZ era capaz de imprimir los ambiciosos y rompedores diseños de Aragoneses en las galletas de los CD, y por esa razón nos fabricaron numerosas referencias, cuyas facturas nunca llegamos a abonar. Herr Pilz fue encarcelado por no recuerdo qué proceso de corrupción (algo relacionado con la uralita y Oriente Medio), y todas nuestras cuentas con la multinacional quedaron en suspenso. Por su parte, nuestros proveedores españoles, TecnoDisco y TecnoCD, a quienes debíamos un buen pico, y cuyas fábricas estaban ubicadas en un polígono industrial de Alcorcón, sufrieron un sospechoso incendio que hizo desaparecer nuestras facturas y deudas. Nosotros no tuvimos nada que ver ¡lo juro! pero sin duda nos benefició y desahogó nuestra maltrecha tesorería. El fuego purifica.

Y llegó el canto del cisne. Hicimos una espectacular edición especial limitada y numerada de 100 unidades, con dos carpetas y los 30 CD autografiados por sus autores... Lo anunció Hilario Pino en la tele, apareció en el dominical de El País, de ABC... Un despliegue nacional sin precedentes, que se saldó con la venta de ¡siete unidades!. Las demás se perdieron en sucesivas mudanzas y avatares, o fueron a parar a privilegiadas estanterías, cosa de la que no me arrepiento en absoluto. Diego Manrique, Jorge Flo, Carlos Galilea, José Miguel López... Hyades Arts fue la anomalía más extraña del paisaje sonoro español en aquellos años. La resaca de la Movida estaba mal digerida, el tecno estaba mal visto, las pastis hacían que el progressive y el house parecieran lo mismo... y los que decíamos que nuestra música era solo electrónica éramos tachados de gurús de la new age, probablemente, y visto con perspectiva, la peor etiqueta posible para un disco... pero ¡un momento! ¿qué es un disco?. Los discos ya no existen. ¡Eso eran cosas del siglo XX!

Cuando el sello discográfico hacía aguas por todos lados decidimos cerrar, y reconvertirnos en la Fundación Hyades, que corrió idéntica suerte, pero al igual que en La lista de Schindler, dimos de alta la fundación como entidad colaboradora para la prestación social sustitutoria: para los nuevos, la “mili” civil de aquellos años. En nuestro patronato estaban Luis de Pablo, Carmelo Bernaola, Tomás Marco... Vinieron inspectores a la oficina para verificar nuestras intenciones; reclamamos a todos nuestros amigos y allegados para que hicieran en la fundación su labor de objetores... y les salvamos de entregar al Estado 18 meses de su vida a cambio de nada. Jamás activismo y música experimental estuvieron tan cerca. En ese momento la música electrónica se transformó en música militar. Si lo confieso aquí y ahora es porque los delitos asociados a esta cruzada (que no son pocos) ya han prescrito.

Parece que todo aquello que hicimos antes de que existiera Google (o acaso Internet) jamás sucedió... Incluso a pesar de eso, si el lector ocioso introduce en el buscador monopolista “Hyades Arts” obtendrá cientos de miles de resultados, así como numerosos enlaces de entregados fans que se han ocupado de digitalizar todo nuestro catálogo y colgarlo con reverencia y gran cuidado estético en sus sitios web. Gratis, por cierto.

El catálogo de Hyades Arts rezaba: “Paisajes sonoros diferentes... Explóralos”. Y tan diferentes... La música que editábamos no se silba, no se baila... La división entre electrónica para las pistas y para terapias alternativas fue dramática. O se hacía bacalao o se hacía new age. Todo lo que estaba fuera de esas etiquetas no hallaba acomodo en ninguna estantería, y a pesar de ello gozamos del apoyo de una entusiasta distribuidora llamada Karonte. Y de la entrega de tiendas especializadas como Diskpol o Rotor.

Trabajábamos hacinados en una diminuta buhardilla de Chueca... Nunca olvidaré el momento mágico en el que sonó el telefonillo y bajamos los cinco pisos sin ascensor atropelladamente, para luego volverlos a subir cargados con las cajas de las primeras 500 copias de Anira. el primer CD, a cargo de Adolfo Núñez, que por aquel entonces dirigía el Laboratorio de Informática y Electrónica Musical (LIEM) en el ático del Reina Sofía...

Volví a encontrarme con Adolfo hace poco, en el contexto de Audiópolis, una iniciativa promovida por otro artista del catálogo de Hyades Arts, Francisco López, que ha logrado convocar a 100 músicos y ruidistas, para que entregáramos piezas de ruido-música con el objeto de que un software llamado PEPA (Programa Experimental para el Proceso de Audio) desarrollado por Óscar Martín, mezclara y generase piezas con entidad musical autónoma. Repasando los nombres de los 100 artistas observo con regocijo que casi la mitad estuvieron en el catálogo de Hyades, o relacionados directamente con nuestra plataforma.

Precisamente de Francisco López editamos hace quince años un CD-Libro llamado Tonhaus, una banda sonora para un edificio y viceversa, en un diálogo irrepetible entre arquitectura y sonido.

Por su parte Iury Lech es el único, junto a El sueño de Hyparco, que editó trabajos en los tres formatos, a saber, cassette: Otra rumorosa superficie. LP:  Música para el fin de los cantos y CD: A bite in the common sense. Hoy, más centrado en el videoarte dirige e impulsa MADATAC, (Muestra Audiovisual de Arte Contemporáneo) que se celebra en Madrid cada diciembre y que ya va por su heroica VII edición.

Pero Hyades Arts no fue el único sello que se ocupó de músicas infrecuentes. También estaba Nuevos Medios, capitaneado por el desaparecido Mario Pacheco, o Grabaciones Accidentales (G.A.S.A.), o El Cometa de Madrid de Luis Delgado, o Nuba Records de Fernando Rosado, o Rotor de Andrés Noarbe... Pero de todos ellos sólo Hyades demostró una deliciosa y surrealista incompetencia en el mundo de la empresa que, sumada a la ingente dosis de ilusión de sus descerebrados y entusiastas impulsores, y a las ya mencionadas desgracias de sus proveedores (cárcel, incendios, etc.) logró sobrevivir varios años y editar un catálogo memorable.

Lo cierto es que en Hyades Arts todos terminamos arruinados, pero todos gozamos con la experiencia de editar y difundir lo que para muchos es ruido, pero que para nosotros es música celestial...

..tan celestial como el cúmulo de estrellas de las que tomamos prestado el nombre.

 

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