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Rosario y Leocadia

Las mujeres de Goya y los eufemismos
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La Fundación Lázaro Galdiano dedica estos días una magnífica exposición a los dibujos y litografías de Rosario Weiss, realizados en los años veinte y treinta del siglo XIX. No abundaban entonces las mujeres artistas y, aunque sólo fuera por eso, la figura de Weiss es relevante. Pero, además, aquella mujer convivió toda su vida con Francisco de Goya, que fue su maestro de dibujo. En la exposición se alude a la relación entre ambos en los siguientes términos: Rosario Weiss ahijada de Goya e hija de Leocadia Zorrilla, ama de llaves del pintor.

Ahijada y ama de llaves, fueron los nombres que se utilizaron entonces, hace doscientos años, para dar cobertura a situaciones reales –hija y pareja- que no coincidían con las legalmente establecidas. Leocadia Zorrilla se había casado en 1807 con Isidoro Weiss y, aunque éste la denunció en 1812 por “infidencia, trato ilícito y mala conducta”, siguió casada con él a todos los efectos hasta 1850, año en que enviudó. Cuesta creerlo, pero en 1827, viviendo ya Leocadia Zorrilla en Burdeos con Goya, todavía un protocolo notarial nos recuerda lo que era entonces el vínculo matrimonial al mencionar a Isidoro Weiss, residente en Madrid, como “marido y conjunta persona de Dª Leocadia Zorrilla”. Esa condena legal que sufrían las mujeres y que sufrió Leocadia, debería ser explicación suficiente para los que todavía la quieren hacer de menos y argumentan que no significó nada para el pintor al no designarla heredera. Con la Ley en la mano, sólo podía heredar el hijo legítimo y, si Goya hubiera dejado algo a Leocadia, Isidoro Weiss hubiera podido reclamar su administración.

La historia de estas dos mujeres, Leocadia y Rosario, no sólo afecta a la historia del arte. Afecta a la emancipación de las mujeres en España, a la historia del Derecho de Familia y, en lo que tiene que ver con las razones por las que Goya se exilia en Burdeos, a un hecho relevante de la historia de España. El carácter ejemplar de la vida de Goya, que estudian todos nuestros escolares, exige prestar atención al relato de estos hechos. No es inocente mantener en pleno siglo XXI los eufemismos decimonónicos. Y dice poco de nuestra vida intelectual que el libro de Guadalupe Echevarría sobre la educación de Rosario Weiss en Burdeos, “La jeune bâtarde et la modernité”, se editara en 2008 en Francia y siga sin traducir.

La exposición de la Fundación Lázaro Galdiano es una buena excusa para que hablen los expertos. Que los historiadores del Derecho nos expliquen en detalle las leyes de familia de la época, los historiadores del arte otorguen a Weiss su importancia –la exposición es una buena muestra de ello- y deslinden su trabajo del de su padre. Es hora también de construir un relato coherente sobre el exilio de Goya en Burdeos, en el que su relación con Leocadia Zorrilla algo tuvo que ver. Leocadia tuvo fama de radical y su hijo Guillermo estuvo muy implicado en las milicias liberales. Por el contrario Goya siguió cobrando su sueldo de la Corte y cuando quiso volver a Madrid, en 1827 un año antes de su muerte, lo hizo sin problemas. Sin embargo Leocadia Zorrilla y Rosario Weiss tuvieron que esperar a la amnistía del comienzo del reinado isabelino. Un buen intercambio de argumentos al respecto, ayudaría a iluminar una parte importante de nuestro pasado y, sobre todo, a dignificar nuestro presente. ¿O preferimos seguir con los eufemismos?

 

Imágenes:

Autorretrato de Rosario Weiss, del Museo de Burdeos
Retrato de Leocadia Zorrilla por Francisco de Goya