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SEMANA XLIX: S/T

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1. Luz
El jueves pasado, ese día en el que me había preparado ya para morir y celebrar así el octavo cumpleaños de mi hijo, me atreví a darle la carta que le había escrito y a pedirle que la guardase durante una década y la leyese cuando cumpliese dieciocho años. Mi hijo tomó la carta entre sus manos, pequeñas pero fuertes, inesperadamente decididas, y me miró de una manera diferente, como si ya tuviese una edad apropiada para entenderme. Me vi en su mirada y noté que no estaba a su lado. De repente yo era alguien que había comenzado a marcharse, y seguía diciendo adiós sin que nadie respondiese al movimiento de mi mano, que se agitaba al ritmo de un limpiaparabrisas: el del cristal trasero del coche.

No sé el tiempo que duró esta escena, ni recuerdo que me dijese ninguna palabra, pero noté que se me marcaban las arrugas, se me estrujaba el corazón y se me quebraban los huesos. Llegué a pensar que, tal y como había previsto, me iba a morir ese día, justo en ese preciso instante (en el que no vi el resumen de mi vida, ese zapping biográfico tópico y recurrente, porque sólo había lugar y tiempo para una luz negra, radiante, demasiado intensa).

En ese estado me abanicó un calor liviano y me asfixió una presión muy dulce. Mi hijo me estaba abrazando y me daba besos en la barba, en el cuello, en el hombro.

2. Traición
Busco ahora, unos días más tarde, en el escritorio de mi ordenador, los borradores de esa carta. Son demasiados documentos, y ninguno contiene las líneas definitivas, ni el ritmo del mensaje que le entregué, ni tampoco mis lágrimas. Releo algunos párrafos y prefiero pensar que los borré. A veces, en cambio, espero haber incluido el ánimo y el amor que pretendo recordar en otros. No sé si tiene sentido reproducir nada aquí, ni por qué quiero hacerlo si sólo con pensarlo ya me siento un traidor. Quizás es porque confío en la fugacidad de las palabras escritas. De todas, pero especialmente de las mías.

Querido hijo:

 Nunca supe alcanzar ese lugar al que mirabas cuando bailabas, pero pude escuchar el corazón y las ganas que te hacían girar. Nunca supe el límite de tus risas ni entendí las lenguas que brillaban en tus ojos.
Era imposible no entusiasmarse cuando corrías, y corrías, y corrías, y seguías corriendo como si nada tuviese fin. Era inevitable sufrir cada una de tus heridas y era insoportable pensar que tú también sentirías el dolor. No logré perdonarme las veces que escapé cuando me reclamaste. Tienes tanta clase. No sabes cómo me reconfortaba y estremecía verte avanzar con los brazos abiertos hacia mí.

(…)

Quiero pedirte perdón, ahora, tan tarde, por todas las veces en las que no te tuve presente. Por las veces que te reñí sólo para esconder mi torpeza, mi miedo o mi ignorancia. Por las veces que te dije que te habías portado mal cuando era yo el que ni siquiera estaba allí, a tu lado, ni en el lugar ni de la manera en la que tenía que haber estado. Me justificaba diciéndome que no quería condicionarte, que no quería dibujarte futuros que te comprometieran ni señalar ningún rumbo para tus pasos tan libres, pero la verdad es que nunca supe educarte.

(…)

Todo esto que te confieso, tarde, mal y del modo más cobarde, sin poder enfrentarme a tus réplicas, es dolorosamente cierto. Pero también lo es, también lo fue, lo que sentí por todas y cada una de tus decisiones. Lo grande que me hacías sentirme cuando te escuchaba respirar, las horas que pasé oliendo tu aliento y tu piel… Lo nuevo y lo inesperado que me resultó enamorarme así, vigilando tu tos y tu pulso, lamentando cada ocasión en la que no te velaba, soñando contigo y dándote otros nombres, otros mundos.

(…)

Hijo, comencé a escribirte antes de que nacieras, y luego abandoné esas frases, por hastío, por respeto, para alejar mis versos de ti y no incomodarte con metáforas tontas ni con poemas idiotas. No puedo explicarme por qué no lo hice cada día. No tuve razón más viva para darme amnistías y llaves. No hubo nada comparable a esa desazón misteriosa y punzante, ni caricia como la de tu miedo, ni miedo como el de tu valor.

(…)

No quiero despedirme sin hablarte de tu madre.

El viento es salvaje, y se roza con sus piernas eternas. La quise desde siempre, y la quise más desde que se convirtió en tu madre. Me hacía muy feliz (pocas cosas me hicieron feliz, pero esto me hizo más feliz que nada) que tú también la quisieras tanto, siempre, incondicionalmente, siempre, tanto. Sólo deseo que vuestras risas sigan sin tener fin, que cada uno de vuestros reproches siga acabando en un nuevo abrazo, cada grito en un nuevo beso, cada mirada en otro pacto.

Me da igual ponerme cursi.

El tiempo y la vida ya me habrán perdonado este pecado.

Flores de este mundo extraño y hostil, cada día intentasteis hacerme mejor, cada noche me mostrasteis una luz.

Si me quedé algún tiempo más del permitido en este desierto fue sólo por veros cada mañana. Después de haber soñado y soñado contigo, hijo, y después de haber soñado con ella”.

3. The Future
“Para mí, 2027 es el futuro que jamás veré.

(…)

Mi egolatría me impide callarme algunas preguntas estúpidas y ridículas: ¿Qué pensarás de mí a tus dieciocho años? ¿Cómo me recordarás? ¿Servirá de algo mi legado? ¿Crees que algún día te apetecerá leer algo de lo que escribí? ¿Te daré lástima o sentirás algún tipo de amor? ¿Te reirás de mí, me seguirás queriendo de alguna manera… o simplemente me habrás olvidado?”.

4. The Future (Reprise)
Mi futuro está enterrado en sobres y en cajas. Mi única tarea razonable es seguir haciendo lotes de mis descartes.

Lote 000/D

Ficha técnica:

1. Brownie Mc Ghee and Sonny Terry sing. Folkways Records. Edición Española de 1984: Dial discos. VINILO. CONTIENE FOLLETO CON AMPLIA DOCUMENTACIÓN. (1 y 2)
2. Forever Now, de The Psychedelic Furs. (1982, CBS). VINILO.
3. Why?, de Bronski Beat. (1984, London Records Ltd.). VINILO.
4. Rant, de Chuck Palahniuk. (2007, Random House Mondadori). LIBRO (3)
5. Billete de AVE, Cierre vuelta. Metálico. 01 / 12 / 07. CARTULINA.
6. Sur Express:
Ante el espejo. (1987, Producciones del Desierto). (4 y 5)
7. Escuadra Rotring . Siglo XX. PLÁSTICO ÁMBAR.
8. Kodak Advantix 2000 Auto. CÁMARA DE FOTOS.

Texto del Lote 000/D:
Siempre me dijiste que sólo sabías vivir en diagonal. “Como los árbitros”, solías añadir. Yo te miraba y asentía, y me imaginaba tu cuerpo silbando faltas, fueras de juego, saques de esquinas. No era infrecuente que tu movimiento me expulsara. Vivíamos con un colchón y con una nevera. Nos duchábamos en el gimnasio de tu hermano. Una noche me invitaste a lubina, pero…

(1) “...el blues no daba ni para calcetines”.

Tu regreso estaba cerrado, pero nunca supe interpretar si cerrado significaba imposible o inevitable.

(2) “¿No fue Emerson quien dijo: “Todos los hombres viven por la verdad y necesitan expresarse”?”

Nosotros vivíamos por la mentira y por el amor. Vivíamos por dos mentiras que hicimos nuestras. El sur siempre estaba en nuestra casa.

Después llegaron las abundancias.

(3) “Me hundió en el cuarto hoyo. Pero por estos Lottuse pagara (sic) 140.000 pesetas”.

(4) “Se acabaron las heridas y las enfermedades, Se acabó la muerte. Ya estaba fuera del tiempo”.

Todo se derrumbó cuando compraste aquel somier. Me tiraste todas nuestras fotos desde el balcón: nuestros cuerpos desnudos bailando entre dos fachadas. El gimnasio cerró. Yo dejé de ducharme. Cuando te fuiste no te pregunté por qué. No volví ya a medir nada. Desde entonces vivimos sin diagonales.

(5) “Lois pensó en Middie Weaver durante el trayecto de vuelta a casa en el taxi”.

 

En portada: S/T, por PG (2017).