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Los cuervos de Sangen Jaya

Los cuervos de Sangen Jaya

  

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(79) Anoche, como a las ocho, tembló. Yo subía las escaleras hacia mi habitación; regresé a la calle. Luego llovió a cántaros, a lo largo de la noche y la mañana. Esta tarde las cigarras callaron a los cuervos.

(80) Ese diablo no se irá sin llevarse algo de tu cuerpo. Debes permanecer alerta.

(81) La mujer que has sido te intriga, apenas has visto partes de ella. Tratas de seguir sus pasos. Siempre ha ido contigo, aunque no te percataras de su presencia. Ha sido quien ha hablado a tu oído, a quien has escuchado y cuyos deseos muchas veces has seguido. Y sobre todo es la que te ha dictado lo que despertaste en la mente de las otras.

(82) Tarde de teatro en el Kabuki-za, en la zona de Ginsa. C pagó las entradas. La función constaba de dos obras: una historia de fantasmas y la otra de guerra. Ambas tradicionales, simples. Actitudes melodramáticas, gestualidad exagerada, vestuario impresionante y lo ceremonioso permeándolo todo. Luego fuimos a la cantina Lyon, la más vieja de Tokio. C es muy japonesa: atenta, formal, inaccesible y un tanto asexuada.

(83) Pagas cada momento de lucidez con prolongadas caídas en la oscuridad y la desesperación. Y luego de esas caídas, aunque percibas con mayor precisión, eres más vulnerable. Un precio alto es el que pagas.

(84) Comí por primera vez carne cruda de ballena. Un sashimi muy rojo, de sabor fuerte. Prefiero la caballa.