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El 55

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El 55 tiene su cabecera en la calle Tortosa, justo detrás de la estación de Atocha. Una calle modesta con un pasaje sin salida y el Hostal Mediodía. Comparte cabecera con el 47 y el 247, dos autobuses que hasta hace un tiempo eran el 47 y el 47 banda roja, porque tienen el mismo recorrido hasta la Avenida de Abrantes y sólo a partir de ahí se bifurcan. El 47 llega hasta Carabanchel Alto y el 247, antes 47 banda roja, se queda en la Colonia San José Obrero. El 55 también va hacia Carabanchel pero ni sigue el mismo camino ni se dirige tan al sur como ellos. La exploración que hace el 55 de Carabanchel es muy distinta.

Nada más salir, llegando a Méndez Álvaro, gira a la derecha y toma Rafael de Riego. El del himno. Lo más parecido que tuvimos en España a Napoleón y que murió ahorcado en la Plaza de la Cebada. En la Biblioteca Nacional se conserva, junto a un mechón de pelo de su esposa, un trozo del corbatín con el que fue al cadalso. La calle es arbolada y agradable. El 55 la recorre hasta Áncora, donde gira a la derecha. Una vez cruzado el Paseo de las Delicias pasa a llamarse Palos de la Frontera. Allí estuvo la estación Sur de autobuses durante muchos años. Quizá por eso muchas líneas siguen bajando por Batalla del Salado, el 47 y el 247 lo hacen, aunque no es el caso. Nuestro autobús llega al Paseo de Santa María de la Cabeza y gira a la izquierda. En el giro aprecia el formidable edificio que fue fábrica de bombillas Osram y ahora alberga oficinas. También el límite de la calle Fray Luis de León, que por el otro extremo da con La Casa Encendida.

Bajar por el Paseo de Santa María de la Cabeza es pasar por delante de un restaurante chino que ha tenido su fama, El buen gusto; es cruzar la glorieta donde converge con Embajadores y el pasillo ferroviario y es dejarse ir con el General Palanca hasta la Cochinchina, pues aquel buen señor mandó las tropas españolas que acompañaron a las francesas en la toma de Saigón en tiempos antiguos. Todo cuesta bajo hacia el puente de Praga. Un placer si no fuera porque el pasillo ferroviario que de un lado es la calle Ferrocarril, obvio, del otro es Vallejo-Nájera en honor de un médico que en 1937 escribió Eugenesia de la hispanidad y regeneración de la raza. Menos mal que la gente no se pregunta en exceso por según qué cosas.

El puente de Praga es una maravilla. Desde él se admira Madrid Río y hay un colegio en alto que domina la escena. El autobús circula por el carril lateral y para llegar a la plaza Elíptica tiene que desviarse y entrar por Antonio Leyva, que sube desde Marqués de Vadillo. Ahí lo ven pasar los dos institutos de enseñanza media que en tiempos fueron el Femenino y el Masculino y ahora siguen siendo dos aunque parecen uno. Son el Calderón de la Barca y el Emperatriz María de Austria. La Elíptica es un gran lugar madrileño. Se llama también Fernández-Ladreda. El nombre viene de un político y militar franquista que tuvo calle en numerosas ciudades españolas. Recientemente en Segovia la calle que llevaba su nombre ha pasado a llamarse Paseo del Acueducto. Es importante no confundir a José María Fernández-Ladreda, que fue alcalde de Oviedo antes de la guerra y ministro de Franco, con Baldomero Fernández Ladreda, también asturiano, que militó en la UGT y a quien dieron garrote vil en 1947. Algunos literatos, por su parte, confunden el nombre con el del autor de “Fabio, las esperanzas cortesanas prisiones son…” porque Ladreda y Andrada aliteran bastante. Todo ello demuestra que el nombre de Plaza Elíptica es el más adecuado y que acierta Metro de Madrid llamando Elíptica a su estación. El interés urbanístico de la Plaza se basa en ser salida de la carretera de Toledo, límite de Usera y también límite de lo que podríamos llamar el Carabanchel portugués, pues de la Elíptica salen la Avenida de Oporto y la Vía Lusitana. El toque exótico lo pone la cafetería Yakarta, en cuyas puertas se ofrece por las mañanas mano de obra necesitada de empleo, y el punto verde lo pone el parque Emperatriz María de Austria. Una madrileña que tuvo tiempo de ser hermana de Felipe II, emperatriz en Viena, abuela y tía de Felipe III, y hermana de la fundadora de las Descalzas Reales, donde terminó sus días. Habrá quien piense que los políticos actuales son un desastre pero cuando se entra en el detalle de cómo se comportaban los Austrias no es difícil creer en el progreso y ponerle una vela a Hegel.

El 55 toma la Avenida de Oporto y durante un buen tramo cruza Carabanchel siguiendo en superficie lo que bajo tierra conecta la línea Circular de Metro. Desde Elíptica hasta Laguna, pasando por Opañel, Oporto y Carpetana. Un arco en dirección oeste que le lleva hasta el distrito de Latina, aunque antes de 1948 era todo parte de los Carabancheles. La Avenida de Oporto está rodeada de topónimos portugueses: Abrantes, Portalegre,  Elvas, Cintra, Viseo, Estoril. Entre la Elíptica y Abrantes aparecen de nuevo en su vida el 47 y el 247, que al poco enfilan hacia el sur. Es un barrio modesto en el que una cierta calma portuguesa se ha filtrado en el ambiente. Al poco de pasar el metro de Opañel se cruza el Camino Viejo de Leganés. Un eje de Carabanchel cuyo aspecto de calle estrecha no hace pensar en su importancia.

Un poco más allá todas las calles son de Oro y se forma la Glorieta del Valle de Oro, donde confluyen la Avenida de Oporto, la calle del Valle de Oro y General Ricardos. La calidad de las casas y el aire del entorno son más desordenados. Que General Ricardos sea el eje principal de Carabanchel sólo se nota en la intensidad del tráfico. Aquí también hay una Yakarta, pero no tiene ni la centralidad ni el público de la anterior. El Valle del Oro está en la costa de Lugo, pero en este punto de la ciudad no hay aire gallego por mucho que uno se esfuerce. El general Ricardos es ese que cuelga en el Prado retratado por Goya y que parece que está en medio de un vendaval porque tiene los pelos tirantes como si estuvieran azotados por el viento. Un letrero recuerda que un poco más arriba está el Palacio de Vista Alegre, que es como se llama a la plaza de toros edificada a principios del siglo XX. Hoy es un Palacio comercial, pero su historia permanece. Algunos vieron allí tardes gloriosas de Antonio Bienvenida y otros a Los Ramones y Nacha Pop cuando aquello de la movida. Un poco más arriba la Finca de Vista Alegre recuerda los tiempos en que cierta aristocracia veraneaba en Carabanchel.  Eran dos municipios, Carabanchel Bajo y Carabanchel Alto. Quedan las iglesias y el trazado de las calles en torno a ellas. También algunos pocos restos de las quintas de recreo y de los jardines, como cuenta Miguel Lasso de la Vega en un libro imprescindible.

Del otro lado estamos en la calle de la Oca, que al cruzarse con Matilde Hernández, en tiempo calle de imprentas, gira a la izquierda. El 55 no cambia el rumbo y la calle pasa a llamase Nuestra Señora de Valvanera. Se ve que es nueva, porque hay algunos solares sin urbanizar. La edificación es más pobre y la virgen de Valvanera, patrona de La Rioja, desde su Monasterio de la Sierra de la Demanda, poco puede hacer. La ciudad pierde peso. El 55 cruza Vía Carpetana, donde todavía se recuerda el canódromo que hubo, y entra en una zona que fue conflictiva y tiene todavía marcas. Caño Roto, dando a la Glorieta de Los Cármenes, enseña maneras de construir de años de plomo. Los propios topónimos, poblado mínimo y poblado dirigido, traen aires cerrados. Por un extremo de la Glorieta asoma el parque Cerro de Almodóvar, que no hay que confundir con el Cerro Almódovar que está sobre la carretera de Valencia, al otro lado de Vallecas. Algunos equipamientos modernos aligeran y modernizan el paisaje, al tiempo que marcan las diferencias con unas casas de muchos años antes que tuvieron que aguantar tiempo y tiempo sin esos servicios. A la altura de la estación de Laguna el parque Cuña Verde de Latina es un gran respiro. Entre otras cosas por haber cancelado su pasado de infraviviendas cuando atendía al nombre de Cerro de la Mica o de la Jauja. Es una lengua estrecha de nueve hectáreas y cuatro kilómetros que baja desde el kilómetro cinco del Paseo de Extremadura hasta Madrid Río. Tiene forma de tobogán ondulante y ofrece unas vistas excepcionales sobre Madrid y hacia la Sierra. El 55 cruza el parque y gira a la izquierda para bordearlo por Concejal Francisco José Jiménez Martín. Cruzar el parque es cambiar de barrio. Lucero tiene otro aire que Carabanchel y se nota. El autobús sube hasta Sepúlveda y allí gira a la izquierda para volver a cruzar la Cuña en dirección contraria. Ese tramo se llama Barberán y Collar, en recuerdo de los aviadores que hicieron Sevilla-Camagüey en directo en el año 33 y que luego se perdieron en México. Del lado de Aluche el 55 sigue subiendo pegado al parque, emulando a los escaladores ciclistas, y por la calle Los Yébenes pasa finalmente por debajo de la carretera de Extremadura.

Cambia el mundo. Estamos en la Casa de Campo. El 25 espera en su cabecera a que le toque salir camino de Ópera. Las vías de lo que se llamó suburbano y hoy es línea 10 tienen aquí su estación: Casa de Campo. El 55 recorre el límite entre la arboleda, los bloques y el colegio Lourdes. Es algo más de un kilómetro hasta la estación de Batán, donde termina. Un recorrido en el que parece que hemos cambiado de ciudad. Predomina el verde y las vías al aire libre hacen posible algún cruce inesperado con los convoyes del metro. Desde Batán se puede acceder al Zoológico o al Parque de Atracciones. En tiempos también existía la opción en mayo de acercarse a la Venta del Batán a ver los toros de San Isidro. Ahora, algunos muletillas tienen allí una escuela. El aire campestre y la arquitectura de las viejas estaciones le hacen pensar al 55 que está en la Sierra.

 

De arriba abajo, antiguo anuncio de bombillas Osram; cafetería Yakarta fotografiada por Daniel Lobo; cartel del concierto de Los Ramones y Nacha Pop en 1980; Batán, Batán!, por Carlos Novillo Martín.